Cómo dibujar un animal que no se ha visto en siglos
Tras desaparecer de Europa con la caída del Imperio Romano, los elefantes evolucionaron en las pinturas medievales hasta convertirse en animales mitológicos
Por culpa de Plinio el Viejo durante siglos se creyó que los elefantes se asustan al ver un ratón. Y eso que este naturalista —que también nos convenció de que las avestruces esconden la cabeza para huir del peligro— vivió en una época en la que los elefantes eran bastante populares, gracias a numerosas gestas bélicas, e incluso sus imágenes aparecían en monedas de uso corriente en el orbe romano. La caída de Roma supuso que los gigantescos animales dejaran de pasear por Europa Occidental y, sin embargo, siguieron representándose durante la Edad Media, en bestiarios, biblias y otros textos. Pero los ilustradores medievales no tenían ni idea de la apariencia real de aquellos bichos temibles que ganaron batallas por todo el mundo, más allá de textos poco fiables como los de Plinio o tradiciones orales que se deformaban con el tiempo.
El elefante medieval clásico tenía hocico en forma de trompeta, orejas de perro, patas y cuerpo de caballo, vaca o cabra y colmillos de jabalí", describe Westphal
Así, comenzó a reinventarse la imagen del elefante, cambiando su morfología y proporciones, en ilustraciones en las que apenas se respetaban unas pocas características fijas: la trompa, los colmillos y las grandes orejas. No es difícil imaginar los problemas para dibujar a un mamífero colosal, capaz de cargar soldados en la grupa, contando apenas con esas tres únicas referencias. ¿Serían peludos? ¿Con patas ligeras o robustas? ¿Cómo crecerían esos colmillos? ¿Tendrían pezuñas? ¿Quizá garras? ¿Y cola? Para un europeo medieval con acceso a los escasos animales de su entorno, representar un elefante fue una oportunidad para dar rienda suelta a su imaginación zoológica.
Un repaso a las imágenes de todos esos siglos deja ver variaciones que más bien parecen osos hormigueros, duendes de cuento, cruces de jabalí y lobo, perros azules y musculosos leopardos. Debido a la falta de conocimiento y la inexistencia de espíritu científico para la comprensión de la naturaleza, durante la Edad Media no hubo límites, dando lugar a un rico espectro visual en la representación del elefante. Esto provocó además un fenómeno de hibridación: los animales exóticos se componían como Frankenstein, combinando propiedades de animales domésticos y conocidos. "El elefante medieval clásico tenía un hocico en forma de trompeta, orejas de perro, patas y cuerpo de caballo, vaca o cabra y colmillos que sobresalen por encima de su mandíbula inferior, como los de un jabalí", describe Uli Westphal, artista visual que investiga sobre cómo percibimos y representamos la naturaleza.
Westphal lleva varios años dedicado a recopilar la información visual que se generó sobre estos animales tras la caída del Imperio Romano y hasta la Edad Moderna. Su trabajo le valió una invitación a exponerlo en un congreso científico de morfología animal y a publicar su estudio en una revista científica, Journal of Comparative Zoology. Westphal explica que el reto de los ilustradores medievales es similar al que vivieron los primeros dibujantes de dinosaurios, aunque incluso hoy "muchas de estas ilustraciones son muy complejas y coloridas a pesar de que a menudo se basan en solo unos pocos fragmentos fosilizados de esqueletos". Pero con una diferencia: el completo desinterés por la verdad científica que tenían hace siglos. Además, hasta la llegada de la imprenta, las ilustraciones se copiaban a mano, provocando pequeños cambios de un elefante al siguiente, una evolución artística del animal en sus características físicas.
La verdad científica no importaba, se trataba de representar una idea moralizante del animal
Uno de los escasos asideros con que contaban era lo que Aristóteles había narrado sobre estas bestias —a las que seguramente conoció en vida— a partir del enfrentamiento entre Alejandro Magno y Darío, el primer encontronazo de Europa con los elefantes indios. El filósofo griego fue muy detallista en la descripción de la fisiología del animal, incluidos sus intestinos, pero también puso la primera piedra para la mitificación del elefante, al asegurar que vivía cientos de años, que era muy casto y fiel y que concebía un único hijo a lo largo de su vida. Plinio, que copió mucho de lo escrito por Aristóteles, añadió fantasía al asegurar que soportaba torres con 60 soldados en sus espaldas, que era religioso —le rezaba a la Luna— y que tenía un archienemigo: el dragón. No en vano, en muchas de las representaciones medievales, el elefante aparece enfrentado al reptil alado.
Este remix de características, en unos siglos en los que la religión era el eje conductor de todo, se vertió en los bestiarios, esos compendios ilustrados del mundo animal que tenían un fin moralista. Allí, se dibujaba a los elefantes como metáforas de la historia de Adán y Eva: pareja fiel y centenaria, en el enfrentamiento con el reptil, etcétera. Esto ilustra cómo los datos zoológicos eran irrelevantes a la hora de entender la naturaleza en la Edad Media.
No importaba tanto cómo eran los animales sino lo que simbolizaban, su significado", afirma Westphal. Los elefantes no desaparecieron por completo de Europa: había algunos encuentros con elefantes reales que llegaban como exóticos agasajos para reyes y papas, en su mayoría procedentes de Asia. Estos episodios provocaban la aparición circunstancial de algunas imágenes realistas basadas en especímenes vivos. Sin embargo, "solo tenían un efecto temporal corto en su representación y rápidamente se reescribe con las ideas tradicionales de cuál debe ser la apariencia de un elefante", resume el artista alemán.
Westphal ha confeccionado un diagrama evolutivo de este animal (cuenta con 170 variaciones distintas), el elefante imaginado por los ilustradores medievales y renacentistas, al que ha denominado Elephas anthropogenus. Se trata de un animal que evoluciona y se adapta al entorno ideológico (como en los bestiarios) y artístico (en el Renacimiento se hizo más rechoncho y de formas redondeadas) con el paso del tiempo.
Lo ocurrido con el elefante a lo largo de la historia es un episodio muy peculiar, pero no excepcional. "Muchos animales previamente desconocidos han pasado por un proceso similar", explica Westphal, "se tuvo que reconstruir a los animales a partir de la información que se recibía de viajeros, exploradores o conquistadores". El león marino, por ejemplo, fue descrito como un perro con pies de ganso y piel de anguila. De ahí, los dibujos mostraron criaturas fantásticas. Otro ejemplo son las aves del paraíso: "Los primeros especímenes disecados que se trajeron a Europa en el siglo XVI no tenían patas. Esto condujo a creer que estas aves permanecen en el aire toda su vida", señala el artista.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.