_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La subasta catalana

La independencia se ha promovido convirtiendo cada desacuerdo en un conflicto sin salida

Josep M. Colomer

En inglés se llama outbidding,que en política se refiere a una escalada en la competencia electoral entre partidos a ver quién da más por menos. Se puede traducir por pujar en una subasta. Es lo que han estado haciendo los nacionalistas catalanes en los últimos años, hasta llegar a la humorada actual de proponer otras elecciones anticipadas para un parlamento que no legisle y convoque otras elecciones aun más anticipadas.

Otros artículos del autor

Seguramente todo empezó hace mucho tiempo. El pacto constitucional en materia territorial fue ambiguo. Como consecuencia, la descentralización no fue el resultado de un claro mandato constitucional, sino de la competencia entre partidos y las negociaciones para intercambiar apoyos por transferencias.

En Cataluña también predominó la ambigüedad con un vago “catalanismo” que incluía una mezcla de políticas nacionalistas moderadas y extremas. Por un lado, todos aceptaban una moderada fórmula de autonomía especial, diferente del régimen general de la mayoría de comunidades autónomas, de acuerdo con la Constitución. Por otro, se promovía una política lingüística que da prioridad al catalán en la administración y los medios públicos y establece la inmersión monolingüe en catalán en todas las escuelas públicas, privadas y concertadas.

La ambigüedad empezó a romperse sobre todo a partir del año 2000. Cuando el sistema electoral dio una mayoría de escaños por una minoría de votos al Partido Popular (PP), José María Aznar dejó atrás sus tratos con el Gobierno de Cataluña presidido por Jordi Pujol y anunció una “segunda transición”. Con ella quería corregir las “desviaciones” infringidas por el largo periodo de Gobiernos del PSOE a lo que Aznar juzgaba que había sido el espíritu inicial de la Transición en los años setenta. En particular, apuntaba a detener el proceso de descentralización territorial y a revertirlo, así como a reforzar la identidad nacional española y el idioma español, los dos objetivos más preciados de Aznar.

Tres años después, el Gobierno catalán tripartito encabezado por Pasqual Maragall respondió, a iniciativa de ERC, con el pacto del Tinell, cuyo primer objetivo era elaborar un nuevo Estatuto de Cataluña excluyendo al PP de toda negociación.

Los nacionalistas han renunciado a legislar sobre ningún tema concreto

El PP replicó pronto con una nueva puja. Desarrolló una campaña por toda España para recoger millones de firmas por un referéndum contra el Estatuto y a favor de la “única nación española” y bloqueó los nombramientos del Tribunal Constitucional para mantener una mayoría conservadora y lograr una sentencia desfavorable. A partir de entonces los partidos catalanes extremos promovieron nuevas propuestas radicales que han generado una competencia centrífuga y han quebrado los principales sostenes del consenso moderado anterior: Convergencia y Unión y el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC-PSOE).

La independencia ha sido promovida mediante la estrategia de convertir cada desacuerdo sobre políticas públicas en un conflicto institucional y descartar todas las demás alternativas a la recentralización del Estado. Los dirigentes de Convergencia y de ERC han presentado temas como las deficiencias en infraestructuras de transportes, una serie confusa y no concluyente de informes sobre las balanzas fiscales, las propuestas de una escuela multilingüe y el rechazo de Mariano Rajoy a transferir todos los poderes fiscales a la Generalitat como si cada uno de ellos no dejara más vía abierta que la secesión. Los nacionalistas han renunciado a legislar sobre ningún tema concreto. Y han descartado una mejora de la autonomía, un Estado español federal o una confederación entre Cataluña y otros territorios como si fueran más difíciles de conseguir que la independencia. Los posibles encajes y desencajes en la UE apenas se han discutido, a pesar de que la Comisión Europea y otros altos cargos europeos dejaron claro que la Catexit de España sería también una Catexit de la UE.

Más recientemente, la subasta se ha trasladado a la competencia entre partidos catalanes y las pujas se han acelerado. Hace unas pocas semanas, Mas aseguró que cuando Cataluña sea independiente tendrá las tasas de paro de Dinamarca o Austria, las infraestructuras de Holanda y el modelo educativo de Finlandia. Cada partido está siempre preparado para continuar una serie de blufs indemostrables. ¿Quién da más?

Josep M. Colomer es miembro de la Academia Europea.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_