Límites a la recuperación

Las previsiones macroeconómicas que presentó ayer el Gobierno para calcular los Presupuestos del Estado en 2016, más la definición del techo de gasto y la aprobación adelantada de la segunda fase de la reforma fiscal, desarrollan una idea que el presidente Rajoy y su equipo quieren convertir en axioma: la aceleración del crecimiento (hasta el 3,3% este año) significa más consumo, más inversión y más ingresos fiscales; caerá el paro (la tasa pasará del 24,4% en 2015 hasta el 19,7% en 2017), lo cual, junto con la caída de los intereses de la deuda, aliviará el gasto (el techo bajará el 4,4%) y permite reducir desde ahora mismo los impuestos. De ahí que se adelante la segunda fase de la rebaja del IRPF, que favorece más a las rentas superiores a los 60.000 euros y se notará menos en las inferiores a los 12.500.

Este argumento, teñido de electoralismo —el Gobierno anunció que bajará los peajes de la tarifa eléctrica para abaratar el recibo de la luz, saltándose la evidencia de un déficit de tarifa—, tiene coherencia interna, pero presenta aspectos discutibles en la cruda realidad. El que más salta a la vista es el del déficit. Sostiene Hacienda que este año se cumplirá el objetivo del 4,2% —habrá que estar atentos al cierre definitivo del ejercicio, no al preliminar— y que el año próximo bajará al 2,8% y al 1,4% en 2017. Esta predicción es dudosa, pues resulta incongruente con la reducción de impuestos. Tampoco es un consuelo el recorte del coste público del desempleo; esconde la reducción de la tasa de cobertura de los parados.

Aclarar las cosas y sortear confusiones, por tanto, exige esperar a la presentación del Presupuesto, cuya aprobación se adelanta a octubre: para saber cuál es el margen que queda para la inversión después de bajar impuestos, cuáles son las probabilidades de cumplir con el déficit y cuál es el perímetro de protección social que puede financiarse.