Qué raro, un buen ministro
Es raro que a un mal ministro le sustituya uno (a buen seguro) mejor, sobre todo en las postrimerías de una legislatura.
Es raro que a un mal ministro le sustituya uno (a buen seguro) mejor, sobre todo en las postrimerías de una legislatura. Más aún, que exhibe ya excelencia. Pero la vida (e incluso Mariano) da sorpresas. El nuevo titular de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, es, más que un político español, o sea, desviajado y carente de idiomas, un político europeo de raza. Un democristiano en estado puro, otra rareza aquí. Heredero del pionero Marcelino Oreja (le acompañó, chaval, al Consejo de Europa), ha sido parlamentario en Estrasburgo casi desde siempre. Coponente de distintos tratados y, sobre todo, coautor del Tratado Constitucional. Escribió de él con desenvoltura de periodista en el sugestivo El rompecabezas, así redactamos la Constitución Europea(Elcano, 2005). Es presidente del Colegio de Europa, la institución fundada en Brujas a iniciativa del gran exiliado republicano y liberal Salvador de Madariaga.
Como demócrata-cristiano y dialogante, Íñigo concitó el recelo del caudillismo. José María Aznar le relegó en 2004 a un puesto de difícil salida (el 18) en la lista del PP a la Eurocámara. Pero ni así, salió y realizó contribuciones reconocidas (más fuera que dentro). Es el segundo de los secretarios de Estado para la UE que no luce genes pata negra, esto es, trinitarios (por el palacio de la Trinidad, donde se ubicó el organismo en los tiempos heroicos de Manuel Marín), sino parlamentarios (el otro, el socialista Diego López Garrido); ambos han dejado buena siembra europeísta. Ha contribuido mucho a que España se mantuviese engarzada al eje básico de Europa (Bruselas-Berlín-París) frente al pésimo quiebro aznarita que nos acercó al euroescepticismo británico, las amistades peligrosas thatcheritas, la sumisión belicista a George Bush.
A Méndez Vigo le llegan tarde a la púrpura ministerial. Y casi en prórroga. Quizá pueda hacer poco más que descrispar lazos con la comunidad educativa y las autonomías. Pero solo eso ya sería mucho. En su última intervención, en Barcelona, recordaba que los 30 años de España en la UE son “los mejores de nuestra historia, fruto de un consenso de las diferentes fuerzas políticas que convendría recuperar de cara al futuro”. Que la poltrona no le cambie la convicción.
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