Chifladura
Don Quijote ha hecho la experiencia de la locura y ha constatado que no se correspondía con absolutamente nada bueno del mundo
Me gusta mucho lo que del Quijote dice Ramón Gaya en sus Obras Completas,y es que Thomas Mann no entendió ni papa. Entendió otras cosas, pero no lo más importante. Se quejó el novelista alemán de que Cervantes hubiera devuelto la cordura al protagonista en la hora de su muerte. Para Mann, un Alonso Quijano cuerdo significaba la humillación del gran Don Quijote, vencido por el aburrido sentido común. Muy al contrario, asegura Gaya, lo único que puede salvar al Quijote es justamente su regreso a la cordura, porque habiendo cumplido el entero ciclo de la locura, podía ya volver a su sensatez original. Sólo quien ha pasado por el dolor, el sufrimiento y el calvario de la negación tiene derecho a estar cuerdo y a vivir la parte jubilosa de la vida.
Es argumento hegeliano (aunque ignoro si Gaya leyó al filósofo) el de que nada haya verdadero que no lleve incorporada su negación. Sólo el conocimiento de la negación (así, la muerte) puede ayudarnos a entender la afirmación (así, la vida). Don Quijote ha hecho la experiencia de la locura y ha constatado que no se correspondía con absolutamente nada bueno del mundo. La realidad no le entregaba, a cambio de su esfuerzo moral, ningún saber que no fuera el del dolor. Así pues, ya podía volverse cuerdo… y morir, que es la cordura suprema.
Se acaba de editar el Quijote más monumental de la historia. Dos volúmenes que suman casi 3.500 páginas con toda la sabiduría que requiere la pieza. Y también se acaba de editar un Quijote traducido al español actual que no exige ningún conocimiento para proporcionar una lectura gozosa. Un Quijote para quijotes y otro para sanchos. Un Quijote cuerdo y otro loco. Pero, ¿cuál es el loco?
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