@hipócritas
Ahora, yo que algún encorbatado me aplicaba el cuento de las barbas, el vecino y el remojo, ahora no caigo en el título
No tengo Facebook ni Linkedin ni Tinder, aunque bien sabe Jobs que soy público objetivo. Abrí, eso sí, una cuenta de Twitter tarde, mal y nunca por no quedarme obsoleta. Quiero decir con esto que, salvo en lo tocante a las novedades de Inditex para señora, no soy ninguna adelantada, perdón, early-adopter. Aun así, pese a saber dónde me metía, caí en todas las trampas. Ladré, bramé, rebuzné en 140 caracteres. Saqué los pies del tiesto, subí fotos patéticas, dije chorradas que en algún momento me parecieron el colmo de la elocuencia y la elegancia y hoy me matan de vergüenza ajena. Ajena, sí, porque vistas ahora juraría no ser tan boba como para pregonarlas.
En Twitter eres tú y eres otra.Tienes público, y eso lo cambia todo. Te sientes con todo el poder, y toda la gloria y toda la vanitas vanitatis de este mundo. Te gustas, te bates el ego a punto de nieve y sueltas por esas teclas, sentada en el váter, perdón, WC, sin ir más lejos, lo que no soltarías ni en presencia de tu abogado. Aun así, prefiero ese perfil de usuario al hipócrita que espía al prójimo mientras se crea una biografía impoluta. A quien no hace favorito nada de nadie con menos de 100K seguidores. A quien no retuitea nada que no firmaría en su lecho de muerte. A quien es más falso que Judas y se le nota a la legua.
Dicho esto, hay chistes sin maldita la gracia: los que se mofan del dolor ajeno. Solo hay que ponerse en la piel del otro. Se llama empatía y es un bien escaso. Sobre todo entre alguno de los que se ha rasgado la corbata con los lamentables tuits del concejal Zapata hasta lograr de Carmena & Carmona su cabeza en bandeja de plata, como la de Juan el Bautista. No tengo el gusto de conocer su obra fílmica, pero el edil es talmente un cruce entre un monje de El nombre de la rosa y un extra de La vida de Bryan. Yo que algún encorbatado me iba aplicando el cuento de las barbas, el vecino y el remojo, ahora mismo no caigo en el título.
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