Relato de un reportaje de premio
¿Cómo se rescata a los inmigrantes de Lampedusa? Los autores del reportaje que lo contó en 'El País Semanal' cuentan qué hay detrás del vídeo premiado con un World Press Photo
Tras unos días de tempestad en alta mar llega el buen tiempo. Y con el sol, cabe esperar a los inmigrantes refugiadosque huyen de las guerras, el hambre y la miseria en busca de su salvación: Europa. Hasta que aparezcan, los militares de la Marina italiana esperan en las aguas cercanas a Lampedusa. Practican su puntería con los fusiles con cajas de fruta que arrojan al mar como objetivo y comen la pizza que el cocinero de la embarcación prepara. Al fin y al cabo, son italianos. Uno de los oficiales de la nave advirtió sin miramientos a Guillermo Abril y Carlos Spottorno, redactor y fotógrafo respectivamente: “Hoy subís a nuestro barco, no sabemos cuándo volveréis a tierra”. El resultado de aquel trabajo fue el reportaje A las puertas de Europa, publicado en El País Semanal y un especial interactivo en la web. El corto documental que formó parte de aquel especial ganó, en la categoría multimedia, un World Press Photo en su última edición.
Además de asistir a una operación de salvamento en alta mar junto a los militares alpinos, viajaron hasta la región más pobre de Europa, en Bulgaria, por donde también acceden los inmigrantes, y recorrieron la valla de Melilla y el monte Gurugú, en el límite entre Marruecos y Melilla. Todo ello para relatar lo que se vive a diario en la frontera sur del continente. Ayer desgranaron todo lo que ocurrió detrás de este reportaje ante los suscriptores del periódico, dentro del programa EL PAÍS +, en La Fábrica.
Vimos a aquellos militares como héroes, eran una maquinaria perfecta de rescatar personas”
El escenario del que parte la historia es un bar siciliano. Tras los contactos con la embajada y las protocolarias solicitudes al Ejército, la posibilidad de acceder a un buque de la Marina italiana se alejaba. El oficial de la embarcación de salvamento militar, les exigía un imposible: estar en Lampedusa al día siguiente a las siete de la mañana. Tan solo tres vuelos semanales conectan Sicilia con la minúscula isla del Mediterráneo. El último intento de los reporteros fue un mail en el que le advertían de que contaban con los permisos correspondientes de sus superiores para acceder al reportaje. Una maniobra arriesgada que les salió bien. “Mañana a primera hora disponéis de un helicóptero que os traerá al barco”.
Así fue como se sumergieron en la jerárquica vida militar de aquel buque en el que vivían los efectivos que, solo en el año que duró la operación Mare Nostrum, destinada a rescatar a los inmigrantes a la deriva, salvaron la vida de 150.000 personas. "Llegar allí fue una mezcla de trabajo, el respaldo del medio y por qué no decirlo...algo de suerte", resume el fotoperiodista. Fue al embarcar cuando les avisaron de que no sabían cuando saldrían de aquel equipo de salvamento flotante. La advertencia fue seguida de llamadas urgentes a sus mujeres para informales de que no sabían cuándo podrían volver a hablar con ellas. “Una vez allí, admitimos que teníamos el síndrome de Estocolmo. Vimos a aquellos militares como héroes, eran una maquinaria perfecta de rescatar personas”, admite Spottorno. Un mecanismo sin fallos cuyo único modo de dispersión era el dedo exacto de licor que podían tomar después de las comidas. Llegó el aviso que Abril y Spottorno habían ido a buscar: "Tenemos un contacto". Esa es la fórmula que los soldados utilizaban para comunicar que habían avistado una patera.
El segundo de a bordo, seguidor de Miguel Induráin, colocó una pulsera a un bebé con el número uno
Fueron testigos de cómo el segundo de a bordo, un ferviente seguidor de Miguel Induráin, colocaba una pulserita en la muñeca de un bebé con el número uno, que la acreditaba como la primera rescatada de aquella operación. De cómo levantaron el gorro de uno de los inmigrantes y apareció dinero: eran sus últimos ahorros y tenía miedo de que le robaran. Pudieron compartir con este grupo de inmigrantes sus primeras 24 horas en suelo italiano, el del buque, y escucharon sus historias. La mayoría de ellos huían de la guerra en Siria y también había subsaharianos. Cuando conseguían llegar a Libia sabían a quién acudir, las redes de las mafias son extensas. Una vez que pagaban (unos mil euros por la travesía) debían esperar en un piso a que llegara su turno. Abril y Spottorno observaron cómo se ponían de acuerdo para indicar una nacionalidad u otra cuando los militares los registraban, porque estaba informados de los convenios de asilo de Europa. "De repente un día todos eran de Mali, otro día de Senegal...", explica Abril.
En la frontera de Melilla conocieron a un joven, antiguo propietario de un negocio de lencería en Siria, cuyo único patrimonio era un resquebrajado móvil que contenía las fotos de su vida antes y después de la destrucción: la casa que había acabado arrasada por una bomba, el coche al que aplastó un tanque... "Al final todas las fronteras eran muy parecidas y tenían algo en común: la presencia de ciudadanos sirios", cuenta el redactor. En Bulgaria, se percataron de la separación de los inmigrantes según su procedencia: "Los subsaharianos estaban en los peores edificios, a los sirios los alojaban en unos cubículos que incluso contaban con wifi".
"Este reportaje también fue posible porque los italianos se dieron cuenta en un momento dado de que tenían que hacer visible su trabajo en la frontera para europeizar un asunto que no les atañe solo a ellos", explicó Spottorno. Al poco tiempo de realizar este reportaje la operación Mare Nostrum se canceló. Hoy Europa se plantea cómo afrontar la situación.
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