Los vigilantes de la historia
La serie de TVE El ministerio del tiempo da un paso en la ficción nacional
Viajar en el tiempo forma parte de los sueños de la humanidad, algo que de momento no es más que una inagotable fuente para escritores y científicos. En su libro Cómo construir una máquina del tiempo, el físico Paul Davies plantea la teoría de que cualquier artefacto susceptible de peregrinar en el tiempo necesitaría dos agujeros negros unidos a través de un agujero de gusano que haría las veces de una puerta al pasado.
Que se sepa, esta idea solo ha triunfado en la ficción (más bien en la ciencia ficción). H. G. Welles la plasmó en La máquina del tiempo y ahora una serie de TVE ha revivido la quimera de desplazarse de un siglo a otro como si tal cosa con solo cruzar una puerta. En El Ministerio del Tiempo los viajes tienen una misión: evitar que alguien intente alterar los acontecimientos pretéritos y, con ello, cambiar el rumbo de la historia. Un planteamiento que nos aleja de la conjetura de protección de la cronología de Hawking, según la cual es imposible viajar en el tiempo porque no estamos siendo invadidos por turistas venidos del futuro.
Por si acaso, ahí está el ministerio, un organismo sofisticado y clandestino al que están adscritos funcionarios de varias épocas. Por sus pasillos deambulan un soldado de los Tercios de Flandes, un enfermero del SAMUR y el mismísimo Velázquez, encargado de dibujar los retratos robots de los sospechosos.
La serie tiene el mérito de haber apostado por un género novedoso: una mezcla de historia, ciencia ficción, aventuras, intrigas y sorprendentes guiños de humor encajados sin estridencias en el guion. Prueba del éxito es que el formato original se exporta a televisiones de otros países.
No es un producto al que se le deba exigir un meridiano rigor académico, porque El Ministerio del Tiempo no es un documental ni un reportaje de Informe semanal sino una ficción marcada por un principio: impedir que cualquier intruso del presente viaje al pasado (o viceversa) con el propósito de utilizar la historia en su propio beneficio. La patrulla de vigilantes no puede (no debe) evitar que Franco se entreviste con Hitler en Hendaya o que Federico García Lorca sea asesinado en 1936.
Por si algo falla, el manual de estilo del ministerio recomienda: “Sois españoles, improvisad”.
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