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Columna
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Cambio de rumbo

Latinoamérica creció en la década un 80%. Ahora se ha parado y el balance de riesgos es mayor

Joaquín Estefanía

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La Cumbre de las Américas se ha celebrado en Panamá en un contexto económico muy a la baja. Nada que ver con el ambiente cercano a la euforia de la anterior, que se desarrolló en Cartagena de Indias en 2012, en la que todavía se creía que América Latina (AL) se había salvado el célebre decoupling de los problemas del resto del mundo y de la Gran Recesión. La zona completó en 2014 su cuarto ejercicio consecutivo de desaceleración, y las previsiones para este año, tanto del FMI como de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) superan por poco el 1% de incremento del PIB regional como media. Así pues, ambientes político y económico muy diferentes del pasado.

Demasiado poco crecimiento para que no se activen de nuevo problemas seculares como la pobreza, la desigualdad, el paro, la economía sumergida que ni paga impuestos ni se incorpora a los sistemas de protección social. Ello es más difícil de soportar por las poblaciones cuando se llega de un largo periodo de crecimiento y transformaciones: entre el principio de siglo y el año 2012, el PIB regional creció un 80% amparado en el boom de las materias primas; la clase media creció casi un 50%, reduciendo el hecho de que la zona sea la más desigualdad del mundo (porque los ricos son más ricos, no porque los pobres sean los más pobres del planeta); y la pobreza se redujo en casi un 30%. Aun así, de los 600 millones de habitantes, 170 son considerados pobres.

Esta mediocridad en el comportamiento de la coyuntura cuestiona la sostenibilidad de algunos de los logros que se creían consolidados en la región. Las masivas demandas de una mejor educación, sanidad, y transporte público,... que dieron lugar a gigantescas manifestaciones de protesta en la calle en 2013 (sobre todo en Brasil y Chile) no han sido tan intensas durante el año pasado. Pero ello no significa que no sigan latentes y se unan a otras preocupaciones transversales como la violencia física, la falta de transparencia, la corrupción y —aparece machaconamentre en cualquier tipo de encuestas— de nuevo la calidad de los servicios públicos.

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La cumbre de Panamá se titulaba expresivamente “Prosperidad con equidad. El desafío de cooperación de las Américas”Ello es una forma de discutir de de todo lo anterior. El balance de riesgos de la zona ha aumentado, sobre todo en los países con mayores desequilibrios (nada menos que Brasil, Argentina o Venezuela), y también se ha incrementado la desaprobación gubernamental en Brasil o Chile (que han celebrado elecciones recientemente) o en una Argentina que en octubre va a sustituir la década kirchnerista. A estos factores endógenos hay que unir la más que probable subida de los tipos de interés en EE UU (que supondrá el traslado de flujos de inversión desde los países emergentes hacia Wall Street), la anemia europea, el menor crecimiento chino, y ese factor que cada vez parece más estructural, que es la caída de los precios del petróleo. El futuro de la zona es más incierto.

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