La muerte de un país
La guerra civil Siria no representa solo el fracaso de la ONU sino del todo el mundo civilizado, incapaz de proteger a la población
Siria se muere. A los cuatro años del inicio de las revueltas civiles contra la dictadura de Bachar el Asad, las dimensiones de la catástrofe no pueden ser mayores. El balance de muerte y desolación es terrible y sigue creciendo. Las estimaciones sobre víctimas mortales superan largamente las 200.000, según Naciones Unidas.
Es fácil morir en Siria, pero vivir es un infierno. Más de tres millones de personas han huido a países vecinos. Han abandonado sus hogares 6,5 millones. Entre quienes no se han movido, hay 11,5 millones sin agua potable suficiente y 10 sin alimentación adecuada; 5,6 millones de niños sin asistencia médica y 4,8 fuera del alcance de las organizaciones humanitarias que intentan asistirlos. Asediados en lugares donde se combate hay 212.000.
El país ha saltado en pedazos, cada uno controlado por alguna de las fuerzas que guerrean entre ellas. El Gobierno controla Damasco y las principales ciudades, pero ya hay una zona de control kurdo y otra en manos del Estado Islámico, la mayor fuerza de oposición, en competencia y a veces en confrontación directa con Jabhat al Nusra, la marca siria de Al Qaeda.
Cada una de las fuerzas en presencia tiene sus padrinos internacionales. Irán apadrina al régimen de El Asad y a su brazo libanés Hezbolá. Turquía, Arabia Saudí y Qatar han apadrinado a los rebeldes suníes, aunque ahora intentan aislar al Estado Islámico. Además de ser una guerra que se ensaña con los civiles, es también una guerra por procuración, en la que potencias regionales e incluso internacionales, como Rusia y Estados Unidos, combaten por fuerzas interpuestas.
En el balance político de estos cuatro años pesa la ineficacia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que 40 ONG han denunciado en un documento titulado Fracaso en Siria. No es solo el fracaso de la institución internacional, sino del conjunto del mundo civilizado que ha exhibido una incapacidad culpable en la protección de la población civil.
El fracaso en Siria es también una consecuencia del desastre de Libia, donde la OTAN bombardeó a Gadafi con cobertura del Consejo de Seguridad para proteger a la población civil, pero no para cambiar el régimen. Libia se halla ahora dividida y en guerra civil; y la responsabilidad de proteger a la población civil, como principio de Naciones Unidas, ha quedado arruinada e inutilizable para Siria y probablemente para cualquier otro caso.
En Siria se ha producido también un acontecimiento histórico, hijo de la guerra civil, como es la aparición del Estado Islámico, que quiere borrar la frontera entre Siria e Irak, y ha superado a Al Qaeda no tan solo en crueldad, sino sobre todo en peligrosidad, pues su califato amenazante tiene aspiraciones de imperio islámico y ha puesto su punto de mira sobre Europa.
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