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Columna
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Raif Badawi

En 2014 Raif Badawi fue condenado a 10 años de cárcel y 1.000 latigazos por promover el debate político y religioso en su blog

Rosa Montero

Arabia Saudí es uno de los regímenes islámicos más brutales del mundo. Pero, ya ven, son nuestros amigos. En 2014 Raif Badawi fue condenado a 10 años de cárcel y 1.000 latigazos por promover el debate político y religioso en su blog Saudíes Liberales. Raif, de 31 años, es uno de esos modestos y tenaces héroes civiles. Casado muy joven y con tres hijos, cuando las cosas empezaron a ponerse mal para él en 2008 consiguió sacar del país a su mujer y sus tres niños, que ahora viven en Canadá como asilados políticos. Pero él se quedó para seguir luchando por una sociedad mejor. El pasado 9 de enero recibió los primeros 50 latigazos: este bárbaro castigo ha de ser troceado en tandas de 50 cada semana porque darle más puede matarlo. Desde entonces no han vuelto a azotarlo, las dos primeras semanas porque estaba tan maltrecho que los médicos temieron por su vida, y después porque la presión internacional está posponiendo la tortura. Sin embargo, ahora quieren hacerle un nuevo juicio, esta vez por apostasía, por decir en su web que “los judíos, los musulmanes, los católicos y los ateos son iguales”, y el castigo es la pena de muerte. Gracias a Reporteros Sin Fronteras, que lo ha apadrinado, y a Amnistía Internacional, el caso de Badawi está adquiriendo resonancia mundial. Y resulta que el hecho de que los saudíes sean nuestros amigos actúa a nuestro favor; las contradicciones de esta alianza (las nuestras, por amigarnos con alguien así; las suyas, por necesitarnos) permiten un resquicio para luchar por un mundo más tolerante. En estos casos, la presión pública funciona. Googlea Badawi más Amnistía Internacional o Avaaz y encontrarás dos páginas para firmar. Salvemos a Raif; no es más que una gota en el mar del dolor, pero está en nuestras manos y es un símbolo.

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