Un paso necesario
La tregua en Ucrania es imprescindible para iniciar un proceso de paz que se adivina largo
El acuerdo de un alto el fuego entre el Gobierno de Ucrania y la guerrilla separatista prorrusa alcanzado en la madrugada de ayer es el punto de partida imprescindible para una resolución pacífica de un conflicto que ya ha causado en el Este de Europa 5.000 muertos y 1.200.000 refugiados. No hay duda de que el cese de las hostilidades es una buena noticia, porque desbloquea una peligrosa situación de enfrentamiento —susceptible de derivar en un choque directo— entre Rusia y varios países de la OTAN. Pero se trata solo de un primer paso en un largo y complicado proceso que todavía debe seguir.
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Existen numerosas cuestiones sin resolver. Entre ellas, la depuración de responsabilidades por las violaciones de los derechos humanos perpetradas en el Este de Ucrania; que se aclare el derribo de un avión de pasajeros cuando sobrevolaba la zona en julio de 2014 —y se adopten las medidas oportunas contra los responsables—; y la invasión y anexión de Crimea por parte de Rusia. Y la principal: el derecho de Ucrania como país independiente a elegir su modelo de Gobierno y las organizaciones internacionales a las que quiere pertenecer.
Lo delicado del momento —y la alarma que había suscitado en Europa— ha quedado demostrado por las 15 horas de negociaciones en la capital de Bielorrusia, Minsk, en las que estuvieron implicados personalmente la canciller alemana y los presidentes de Rusia, Ucrania y Francia. Hay que subrayar positivamente el hecho de que, a la hora de la verdad, el eje franco-alemán sigue jugando un papel fundamental en la construcción europea. Angela Merkel y François Hollande han cerrado filas en una complicadísima negociación en la que había mucho que perder; y emergen de ella como estadistas. Cuando arrecian las voces que ponen en cuestión, desde extremos opuestos, la utilidad del proyecto europeo, ambos mandatarios han demostrado las ventajas —sentar las bases para frenar una guerra que crecía prácticamente en suelo europeo— de la estrecha relación entre alemanes y franceses.
Por su parte, Vladimir Putin parece decidido a poner freno, al menos temporalmente, a las acciones de la guerrilla separatista prorrusa, que queda retratada en Minsk como un títere a las órdenes de los intereses estratégicos de Moscú en la zona.
Ahora toca mejorar las deplorables condiciones en las que ha quedado el Este del país y ayudar urgentemente a la economía de Ucrania, hundida desde que comenzó el conflicto con Rusia. El rescate de 17.200 millones de dólares aprobado por el FMI es un punto de partida al que debe seguir un apoyo decidido de la UE para mejorar el nivel de vida de los ucranios. Kiev tiene que abordar con urgencia un profundo programa de reformas económicas e institucionales; y debe hacerlo en la seguridad de que no está solo en su apuesta por la democracia.
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