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Dos mil domingos más

La revista dominical de EL PAÍS ha sobrevivido a los cambios de la época adaptando formatos y estilos

Carta de la semana: Dos mil domingos más

Desde muy pequeño, y ya rondo los 40, he podido disfrutar cada domingo del pedacito de historia que ofrece El País Semanal. Aquí hemos leído todo tipo de crónicas sobre políticas en el ámbito nacional o internacional, cambio de regímenes en el mundo como la caída de la Unión Soviética y el avance de países emergentes como China. Hemos conocido también avances sociales y el paso de la transición española hasta una democracia, así como los grandes personajes de nuestro tiempo y la evolución de las tendencias. La revista dominical de EL PAÍS ha sobrevivido a los cambios de la época adaptando formatos y estilos, incorporando además nuevas y acertadas secciones. Por estos años vividos solo quiero darles las gracias por dejarnos cabalgar juntos durante tanto tiempo.

Pablo Montenegro Borrás. Las Palmas de Gran Canaria

Con las tripas

Hasta hoy no he reunido el valor suficiente para volver a comprar EL PAÍS. Mi marido estuvo suscrito muchos años y falleció la víspera de Nochebuena, a mi juicio y para nuestra desgracia antes de tiempo. Siempre me ha gustado leer la sección de Correo de El País Semanal, incluso hace tiempo me publicaron algunas cartas de las que se sentían orgullosos él y mis hijos, y hoy la primera que he leído, después de tanto tiempo, se titula Escribir con las tripas y se refiere, cómo no, a un artículo de Javier Cercas. He corrido a buscarlo, y tras leerlo, una vez más, no puedo sino compartir su opinión como casi siempre. Al igual que Flor Zapata Ruiz, la autora de la carta, yo también escribo mucho, pero tampoco sé ni creo que pueda aprender a hacerlo de otra forma que no sea “con las tripas”. Fue así como a las cinco de la madrugada del día de Nochebuena, justo 24 horas después de que el compañero que elegí para compartir mi vida dejase de respirar, y poco antes de su funeral no religioso, me lancé a escribir algo que pretendía poder leer para él, para nuestros hijos y para todos los que lo conocieron y nos acompañaron en aquellos momentos. Lo escribí de corrido, sin apenas corregirlo, suplicando a mis lágrimas que me permitieran leerlo ante tanta gente, por y para él. Y lo conseguí. Y doy gracias por ello. Ojalá ese texto pudiera ver la luz y servir de algo a otras personas, porque quería convertir tanta tristeza en gratitud por lo vivido.

Lucía López Farelo. Valencia

Piropos

Coincido con Javier Marías en muchos comentarios políticos o no que leo sin falta en El País Semanal, pero no en esta ocasión hablando de los piropos y la pretensión de prohibirlos en su artículo Mundo antipatiquísimo.

Creo que porque no se digan piropos el mundo no va a ser más antipático de lo que ya lo es. Creo que usted no ha sentido recorrerle por su espalda una desagradable sensación como si se hubiera pegado a ella el que ha decidido soltar por su boca lo que en ese momento le ha apetecido (bueno y sobre todo malo). Se habla de la libertad de expresión, pero esta acaba justo donde empieza mi malestar que ha producido el “piropo”. ¿Cómo te defiendes de lo que te está agrediendo? ¿Cómo le dices al bocazas de turno que te está molestando?

Adoración de Miguel. Correo electrónico

Desacomplejados

De todo corazón, muchas gracias a Javier Marías por su Mundo antipatiquísimo (número 2.000). Agradezco, en primer término, la valentía desacomplejada que muestra enfrentándose a un feminismo trasnochado, pero no por ello menos agresivo, una de cuyas últimas andanadas pretende acallar los piropos y por ende pegar un buen bocado a la libertad de expresión, a la poesía en general (¡oh, manes de Lope y de Neruda!) y al mismo diccionario de la lengua española (vid. la voz piropo). Asimismo debo agradecerle, en un plano más personal, que su columna me haya dado alas para atreverme a entonar tímidamente ante mi profesora gaditana, de lindos ojos negros, aquello tan pegadizo de “eres llama, verso y flor”.

Manuel García Viso. Correo electrónico

¿Quién sale en la foto?

En el número del 25 de enero aparece la sección de Juan José Millás con una imagen de Samuel Beckett muy bien comentada, pero sin citar su nombre. Me figuro que Millás da por sentado que esta foto identifica a Beckett para todos, pero se equivoca. Varias de las personas con las que me relaciono, que no son analfabetos y admiran a Millás, me expresaron su extrañeza y les comenté quién era el personaje fotografiado. Por favor, señor Millás, tenga en cuenta a los que no saben quién es y no juegue a que los lectores lo adivinen a través de sus comentarios.

Eduardo Segovia. Correo electrónico

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