El Escarabajo azul
En fin, Mujica es como Chanquete, de su coche es del único sitio del que no le moverán
Carta de la semana: El Escarabajo azul
En el artículo Un político verdadero, de Martín Caparrós, publicado el día 4 de enero de 2015, el periodista argentino habla del presidente uruguayo José Pepe Mujica. A este se le puede ver conduciendo simpáticamente, al lado de su mujer, su querido Escarabajo azul. Su coche. Se le ve feliz, como si todo anduviera bien. Me queda la duda de si algún día la mayoría de los políticos del mundo conducirán su propio coche hacia el Parlamento, sin chófer, sin cristales blindados ni teñidos de negro. Me queda la duda de si les podremos ver la cara para que nos hagan un gesto amigable como el del presidente de Uruguay. De si darán la cara por nosotros. En fin, Mujica es como Chanquete, del Escarabajo azul es del único sitio del que no le moverán.
Josep Jorge i Fernández. La Pobla de Vallbona (Valencia)
Sin conexión
En el primer El País Semanal de 2015 publicaron dos artículos consecutivos: uno sobre el lujo en Dubái, otro sobre el parto de una adolescente en Etiopía y sus condiciones de vida y salud. El primero mereció la portada y relataba de forma aséptica y acrítica los excesos de consumo y lujo, sin entrar en la situación interna de los derechos humanos y de la mujer, del emirato árabe. ¡Cuánto hemos callado tanta barbarie ante las oportunidades de negocio con los petrodólares…! El segundo hablaba de la situación trágica de una joven y se relacionaba prosaicamente con otra mujer de la región, Lucy, la primera Homo erectus conocida, hace tres millones de años. Por otras partes de la prensa aparece el FC Barcelona con dos lados de su camiseta: por uno promociona otro “agujero negro” de especulación económica, Qatar; por el otro anuncia a Unicef. Claro, también aplaudimos sueldos billonarios de cantantes y futbolistas, a la vez que donamos unos pocos euros a alguna ONG para supuestamente cambiar el mundo. Vengo de visitar Toledo y ver los tesoros de oro y plata de la catedral más rica del mundo, y oigo después a la Iglesia pedir caridad con los pobres.
¿Podemos hablar sin rubor ni conexión entre el acúmulo obsceno de riquezas y la miseria extrema a la que solo pretendemos aliviar con unas limosnas?
Juan Garay. Ciudad de México
Gente mala
Habla Rosa Montero en Maneras de vivir (4-1-2015) de esa gente a la que califica como “mala, tonta y fea”, aquellas personas mediocres que, de una forma u otra, nos rodean diariamente y, lo peor de todo, obstaculizan el buen discurrir de nuestras vidas. Pone el ejemplo de las comunidades de propietarios en las que por la cerrazón mental y absurda negativa de algunos de ellos, otros se ven imposibilitados para mejorar su rutina diaria con el tan elemental acto de entrar y salir de tu casa cuando te plazca. Y a causa de la enfermedad, la discapacidad o, simplemente, la edad, el ascensor se vuelve un elemento bienvenido y facilitador de esa tan básica actividad.
Mi madre tiene 73 años recién cumplidos y vive en un tercer piso en el centro de la ciudad.
Si bien sobre plano el edificio contaba con el hueco para el ascensor, finalmente este nunca llegó a incluirse. Cuando mi padre enfermó y, poco a poco, empezó a tener dificultades de movilidad, el hecho de tener que superar los escalones para poder salir a tomar el aire se convirtió en un obstáculo insalvable. Y recuerdo perfectamente el momento en el que dijo: “Este es el último día que salgo a la calle”. Son muchas las ocasiones en las que mi madre se ha implicado para mover los hilos necesarios y poder poner un ascensor en la comunidad. Y es igualmente mucha la rabia acumulada ante la estupidez, la ausencia de humanidad, solidaridad e inteligencia por parte de aquellos vecinos que se niegan, impiden y desprecian la necesidad de llevar a cabo el proyecto. Realmente hay gente mala, así lo siento.
Virginia Rodríquez. Elche (Alicante)
Regalo de Reyes
Admirado Javier Marías. Siempre que leo sus artículos de El País Semanal me sorprendo gratamente. Es lo primero que busco del dominical, pues suelo empezar su lectura por la última página. El 4 de enero he leído su artículo especialmente motivada por el título: Las mujeres son más jóvenes, y me he sentido plenamente identificada.
Durante su lectura no he podido evitar sonreír todo el rato y sentir gratitud por su amable loa a la condición femenina. Sí, las mujeres maduras quizá necesitemos menos a los hombres para pasárnoslo genial, pero de alguna manera nos gusta que estos lo reconozcan. Sus palabras, al menos para mí, han sido un auténtico regalo y, por las fechas en las que nos encontramos, he pensado adjudicármelo como un bonito obsequio de Reyes.
Dolores Fernández. Albacete
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