Lo que necesita Grecia
La propuesta de extender el rescate debe ir acompañada de un acuerdo con los acreedores
La propuesta de la Comisión Europea de prorrogar el rescate de Grecia constituye un voluntarioso esfuerzo para ganar tiempo y alejar la amenaza de una crisis que provocaría probablemente una convulsión sin precedentes en la zona euro. La prórroga que propone Bruselas pretende aplacar a casi todos y encauzar el riesgo financiero hacia una negociación: al Gobierno de Atenas, porque le deja ganar algún tiempo (dos meses) mientras se aclara la situación política; al BCE y a Alemania, porque les permite no aplicar decisiones drásticas de momento (cerrar la ventana a la deuda griega, exigencias de nuevos recortes); y a los acreedores, porque mantiene la expectativa de que no todo está perdido.
La situación de Grecia es compleja. A finales de febrero vence el plan de rescate, pero los recortes de gasto y del Estado de bienestar no han conseguido hacer mella alguna en el explosivo crecimiento de la deuda, que equivale al 170% del PIB y burla cualquier ilusión de estabilidad financiera. La evidencia demuestra que —al menos en el caso griego— el modelo de rescate aplicado ha fracasado y el programa de restricción presupuestaria a ultranza no ha servido para estabilizar las finanzas públicas. Cuanto antes se acepte esta argumentación, mejor para el euro y para Grecia.
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Más que recortes y disciplina fiscal sin más, Grecia necesita un parche inmediato, que es una reestructuración pactada de su deuda, seguida de un plan económico que consolide la estructura fiscal y administrativa. Atenas (esta es otra evidencia) no puede hacer frente a su endeudamiento. Bruselas, el BCE y los bancos tienen que afrontar con urgencia un modelo de reestructuración que evite el colapso del país. La prórroga del rescate no es mala solución; pero sería todavía mejor si el tiempo se utilizase en negociar los detalles de ese modelo sin que se produzcan efectos indeseados en el mercado. Exigir más austeridad o nuevos recortes y desaconsejar que se vote a Syriza no va a mejorar la situación.
Es difícil concebir hoy que Fráncfort, Bruselas y Berlín acepten políticamente la inevitabilidad de la reestructuración. Pero Grecia supone un riesgo para la estabilidad del euro que no se ha podido conjurar con la política hiperortodoxa de austeridad. Si no se buscan otras opciones, las consecuencias para la moneda europea pueden ser funestas.
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