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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Frustración mexicana

El plan de Peña Nieto contra el crimen organizado debe vencer el escepticismo de la sociedad

Tiene toda la razón el presidente Enrique Peña Nieto cuando dice que “México no puede seguir así”. El país y sus instituciones llevan ya demasiado tiempo siendo desafiadas por el narcotráfico y la corrupción. La desaparición de 43 estudiantes en Iguala (Guerrero), en un episodio paradigmático de connivencia entre la política local y el crimen organizado, ha desatado un movimiento a la vez de protesta y de catarsis en una sociedad harta de violencia y de impunidad, y que exige acciones claras y contundentes.

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El presidente mexicano anunció el jueves diez medidas con las que quiere afrontar el problema. Desde la eliminación de las policías locales —unos 170.000 agentes pertenecientes a 1.800 cuerpos— hasta la posibilidad de disolver los ayuntamientos sospechosos de estar infiltrados por el narcotráfico, pasando por la creación de un documento nacional de identidad, Peña Nieto expuso las acciones que estima indispensables para, en sus propias palabras, liberar al país de la criminalidad.

Lejos de satisfacer a los ciudadanos, las palabras del mandatario se han recibido con una mezcla de frustración y escepticismo. El plan exige una larga y difícil negociación con el Congreso y, además, necesita contar con el consenso de los gobernadores de los Estados. Una tarea si no imposible, como mínimo de muy difícil logro en el corto plazo. Y mientras, prosigue el goteo de muerte. El mismo jueves, 11 cadáveres aparecían en un camino de Guerrero, decapitados y acribillados.

Lo que la opinión pública mexicana quiere son acciones ejemplares, claras y eficaces para construir de una vez por todas un verdadero Estado de Derecho y acabar con la percepción de que al final siempre triunfa un crimen organizado de insondables ramificaciones. El plan de Peña Nieto, aunque novedoso, no ha sonado como tal, porque la sociedad mexicana ha dicho basta y necesita algo más que nuevos decálogos de promesas. El presidente fió su ambicioso plan de modernización de México al pacto político, y lo logró. Pero la modernización —indispensable— no avanzará si se intenta construir sobre las arenas de la impunidad, la corrupción y la violencia.

No es tarea fácil. El anterior presidente, Felipe Calderón, trazó una estrategia de combate frontal contra el crimen organizado que fracasó. Su sucesor tiene que encontrar ya medidas eficaces que hagan verdad que México no va a seguir así.

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