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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El ébola no tiene nacionalidad

El último brote del ébola sigue extendiéndose. Los mecanismos iniciales de contención llevados a cabo en los países afectados han resultado ineficaces y las ONG nos están pidiendo ayuda. La realidad es simple: la escasez de medios materiales y personal sanitario preparado impiden cubrir las necesidades de los afectados en África occidental y atender al resto de la población.

Desde los primeros casos de infectados detectados en Guinea en marzo el virus no ha sido “más que otro brote”, “el problema de otro”. Pero el creciente número de incidentes registrados y el reciente contagio de la auxiliar de enfermería han empezado a suscitar el miedo entre la población española. El brote está fuera de control y su propagación sigue acelerándose.

Y me pregunto si acabaremos todos contagiados antes de entender que la solución está en la unión. Colaborar para facilitar a los países afectados todo aquello necesario para controlar la difusión del virus es imprescindible. Pero para ello debemos ser solidarios. Porque no importa la nacionalidad que tengamos, todos somos seres humanos.— Elisabet Serena Valls. Barcelona.

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El caso de la auxiliar infectada de ébola ha provocado que por fin se perciba el virus como una amenaza real para el primer mundo. Para contener esa amenaza, nuestros Gobiernos, no solo deben actuar de forma eficaz contra la epidemia en su propio territorio, sino que deben redoblar de manera extraordinaria sus esfuerzos para contener el ébola en origen, sólo así estarán protegiendo realmente a sus ciudadanos. España es la puerta de África y si continúa la impasividad de los países ricos hacia los problemas de nuestros vecinos cabe esperar que lo que estamos viviendo no sea más que la punta del iceberg. Lamentablemente, existe en nuestra sociedad una tendencia demasiado común a barrer la casa por dentro, echar la porquería hacia fuera y cerrar bien la puerta después. Solo que en este caso ése sería el peor de los errores, porque, como se ha demostrado, no hay puertas que contengan este virus y porque ya no podemos permanecer impasibles ante el sufrimiento y el caos en el que viven millones de personas de las que nos separan 14 kilómetros.— Ana Isabel González González. Madrid.

En política la apariencia importa, y mucho. No es necesario abundar en la bochornosa rueda de prensa de la ministra de Sanidad esquivando preguntas comprometidas delegando en la comitiva de la que se rodeó, lo que no viene sino a demostrar su nula capacidad al frente de un ministerio de suma importancia. Con todo, y si lo que se pretendía era no generar alarmismo, su lenguaje corporal, balbuceos y atuendo negro contribuyeron a incrementar el alarmismo que generó durante su triste comparecencia.— Daniel García Delicado. Albacete.

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