Cómo besa una africana
La eyaculación femenina y el punto G protagonizaban un artículo reciente de la revista femenina Ayana. Nada excepcional en la elección del tema, nada anómalo. Salvo, quizás, el hecho de que la publicación es africana: en concreto, una revista femenina online marfileña. Entre los píxeles de esta publicación, fundada por Edith Brou, conviven las técnicas para exprimir hasta la última gota de placer posible en un cuerpo femenino con cuestiones como la felación en el matrimonio o los juguetes sexuales. Como musa de ésta y otras publicaciones para mujeres que florecen ahora en el continente africano figura Beyoncé, un icono del capitalismo, poderosa como nadie y ahora feminista en sus propias palabras, tras tomar y defender parte del discurso de la nigeriana Chimamanda Adichie sobre el tema. La inspiración en cuestiones de pareja, cuando hablamos de la televisión, llega de la mano de An African city o Scandal. Se suspira por Hervé Renard o Idris Elba. Triunfan los complementos de marca, los tacones superlativos, el paño con estilo contemporáneo, los campus de verano para niños o la pastelería a la francesa.
Como nos comentaba la periodista mozambiqueña Rosa Langa en otra entrada de este blog, el hemisferio femenino africano puede desconcertar un poco si nos formamos una idea de sus habitantes a través de las campañas de oenegés o lo que publican los medios occidentales. Y una serie de tópicos nos vienen a la cabeza, desde el analfabetismo, la opresión y los malos tratos a la cosificación hipersexualizada.
Por eso, abrimos esta entrada sobre sexualidad y africanidad recordando, de nuevo, que africano sigue siendo un concepto irreal, demasiado amplio y reduccionista a un tiempo, que fracasa en el intento de contener 55 países (o más o menos) y millones de maneras de entender el amor, el sexo, la familia y las relaciones. Señalamos también que no somos antropólogos ni sexólogos. Precisamos que, si nos centramos en un hipotético concepto "mujer africana", nos zambullimos directamente en un océano casi infinito que se extiende desde el itsmo de Suez al Cabo de las Agujas y traspasa las fronteras del continente con la Diáspora y la afrodescendencia.
Un océano que no es negro, ya que contiene todos los matices posibles, aunque parezca que no exista término medio para la "mujer africana", pivotando entre la santa y la fantasía sexual desbocada, y aunque se le niega toda la escala de grises. Una categoría en la que cabe todo, desde Mona Eltahawy o Taiye Selasie a Chantal Biya, pasando por Lupita Nyong'o, Waris Dirie, Alek Wek, Liya Kebede o Iman, sin olvidar a Winnie Mandela, Graça y Josina Machel, Ellen Johnson-Sirleaf o Leymah Gbowee.
Los medios de comunicación occidentales tendemos a presentar a la mujer africana como víctima, ya sea de trata o de prácticas como la mutilación genital femenina, la poligamia o el matrimonio temprano. Mujeres sufridas y dóciles que se eternizan en las fotos de las campañas de las oenegés, donde sostienen a bebés desnutridos, viva estampa de la desolación. Mujeres carne de reportaje, en el mejor de los casos de denuncia solidaria pero que también sirven para ahondar la brecha de la diferencia y provocar lástima o incomprensión. Mujeres que apenas enseñan los ojos, ocultas bajo un velo que las cubre hasta los tobillos y sometidas a prácticas inhumanas. Presas de la intolerancia religiosa y el machismo de sociedades patriarcales anticuadas y hostiles. Una imagen real, de acuerdo, pero sólo una de las mil caras y realidades posibles a mostrar.
La bloguera y escritora Yehni Djidji (Abiyán, Costa de Marfil, 1988) precisa que en su país tanto hombres como mujeres que defienden la excisión mantienen la teoría de que "si no se mutila a la mujer, es insaciable" y recuerda el papel de prácticamente todos los credos e iglesias a la hora de someter a la mujer y reprimir su sexualidad. También explicó recientemente, en una entrada anterior sobre este tema, que la falta de independencia económica de muchas mujeres africanas y la fuerte presión social y los prejuicios sobre cómo debe comportarse ante un hombre convierten al matrimonio, monogámico o no, legal o no, en una profesión. "Hay una franja importante de mujeres que piensan que el matrimonio es el cúlmen del éxito", decía. "Eso les da un valor y por eso hace falta estar dispuesta a soportarlo todo". En un contexto así, Valérie Trierweiler pierde todas las batallas frente a Georgette, futura señora de Eto'o, las infidelidades se aceptan como la norma y se normaliza también la "estafa sentimental".
Sin embargo, corren vientos globalizadores y de cambio también en el continente africano. Estrellas reconocidas como la nigeriana Tiwa Savage o la keniata Sanaipei Tande están saliéndose de la norma del puritanismo y de la imagen de mujer sumisa para mostrarse como mujeres deseables que no piden perdón por una sexualidad exuberante, desacomplejada y empoderada. A pesar de las críticas a Tiwa Savage, por ejemplo, por parecer desnuda en un vídeo en el que se enfundaba en una especie de malla que imitaba al color de su piel. Críticas que ella afrontó replicando que ser sexual es "algo con lo que estamos cómodos tras una puerta cerrada pero muy incómodos en público" y sin pedir disculpas por ofender a quien se sintiera aludido.
Y que conste que no hablamos de los típicos floreros esculturales en tanga que sirven de fondo a cantantes como Dj Arafat, Davido o d'Banj o de recién llegadas al mundo del disco que necesitan notoriedad al estilo Miley Cirus: son reinas de la industria musical africana con millones de seguidores y a Chema Caballero ponemos por testigo.
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