La red marfileña (4): las amazonas de la blogosfera
Ghislaine Atta (Abiyán, Costa de Marfil, 1984) dejó el mundo del blog hace tiempo, pero quedará inmortalizada en los anales de la historia como una de las pioneras de la blogosfera marfileña. Su nombre figura en esa ciberhistoria, en letras de molde, junto a los de otras mujeres como Nnenna Nkwanama o Edith Brou y de colegas del sexo opuesto, entre los que destacan Cyriac Gbogou, Jean-Patrick Ehouman o Bacely Yorobi. Periodista de formación, mujer habituada a la innovación y a hacer preguntas, Ghislaine comenzó su carrera como becaria en la revista Life para después recalar en la redacción virtual de Fraternité Matin, el principal periódico del país. Es redactora web desde septiembre de 2009 y lleva un tiempo especializándose en el mundo del periodismo científico. Se reconoce parte de una minoría en el sector de los medios de comunicación en Costa de Marfil: mujer, joven y con Internet a flor de piel.
“Cuando era niña, quería ser panadera –ha confesado, entre bromas y veras, en una entrevista para la revista digital femenina Ayana- Desde que era pequeña, adoro el pan en todas sus formas. Así que cuando tenía seis o siete años me dije por qué no puedo hacer lo que me gusta”. Sus buenos resultados en literatura y el destino la alejaron de los hornos y encaminaron hacia el periodismo, un oficio mal pagado pero que le seduce y atrapa. Aunque intente escapar de él.
Ghislaine Atta se muestra activa en Facebook, Twitter y Google + y se ha fogueado como bloguera en Abidjan sur le pouce, una bitácora ya cerrada de Slate Afrique. En continua formación y reciclaje, ahora colabora con Classe FM, una radio online, proyecto de Israel Guebo, y ejerce el periodismo científico en Fraternité Matin. Forma parte de un grupo selecto: auténticas amazonas del ciberespacio, procedentes de diferentes contextos y con formaciones diversas, que se unen por su común pasión por el mundo digital. Un mundo que se define con la palabra sororidad y que está lleno de profesionales que podrían sentar cátedra entre sus colegas europeos.
En ese grupo destaca Edith Brou (Abiyán, Costa de Marfil, 1984), madre de dos niños, community manager, bloguera, emprendedora, cofundadora de la primera revista online femenina de Costa de Marfil, Ayana, y gestora de proyectos en la agencia People Input CI.
Antes de aterrizar en la Red y dominarla, Edith se dedicaba al márquetin y otras labores en una productora audiovisual en Abiyán. Está preparada y es muy ambiciosa: entre sus objetivos figuran convertir a People Input en la primera agencia digital y web de su país, catapultar a Ayana al estrellato en el campo de la edición online en África y crear la primera escuela de formación web de África occidental.
“La industria web es el nuevo motor de desarrollo de la economía de los países africanos –enfatiza- Las fronteras comerciales ya no existen y se ha convertido en un medio excelente para hacer negocios desde casa. Con internet, todo es posible y queda todo por hacer. Hay que aprovechar el momento, antes de que el mercado se sature”.
Prácticamente ubicua, Edith ejerce de consultora en la Radio Televisión Marfileña (RTI por sus siglas en francés), celebra el Día del Blog animando a sus colegas en un partido de fútbol en la Universidad Felix Houphouët-Boigny, cuelga fotos de encuentros y eventos web en su muro en Facebook, tuitea, organiza nuevos proyectos constantemente y comunica de manera infatigable.
“Al principio, quería tener un blog para darme a conocer como modelo –explica, por su parte, Fanta’ Styck (Abiyán, Costa de Marfil, 1990)- Pero después me pareció más interesante aprovechar lo que me hacía especial, a saber, ser informática y modelo. Así abrí mi blog. Internet, para mí, es una manera de llevar a buen puerto tus proyectos, vender tus servicios, aprender y compartir conocimiento”.
Fanta, la modelo geek, opina que no hay demasiadas mujeres activas en internet, carencia que intenta paliar a través de las iniciativas de Mystic, una asociación de mujeres apasionadas por las nuevas tecnologías que pretenden acercar el mundo online a otras mujeres.
“No he tenido problemas por ser mujer en este mundo, al contrario. He recibido un gran apoyo de la comunidad web marfileña”, continúa dos líneas antes de precisar que no se puede vivir de la web y aun menos del blog, aunque opina que será posible pronto. “Las empresas se interesan, cada vez más, en el márquetin online”, apunta.
Glamurosa e inquieta, Fanta cuelga en facebook fotos de encuentros con colegas de la moda y del ciberespacio, mezcladas con sugerentes imágenes de la gastronomía marfileña y de sí misma luciendo palmito y noticias relacionadas con las nuevas tecnologías. Su muro es un reflejo de las relaciones virtuales y reales que se entrelazan en Costa de Marfil, donde la comunidad web es pequeña, pero bien avenida y, sobre todo, bulle de entusiasmo y lanza proyectos continuamente.
Un caso diferente a los anteriores, que podrían calificarse de derivas profesionales, es el de Guilène Assamoi, más conocida como Yoyo LaJolie (Abiyán, Costa de Marfil, 1982), que se inició en la blogosfera prácticamente como cibereportera de guerra.
Yoyo LaJolie, ilustración de Roland Polman
Yoyo regresó a su país en plena crisis post-electoral y estrenó bitácora para abrir una ventana al mundo, que sustituyera al correo electrónico y por la que los amigos que quedaron en Europa tuvieran la oportunidad de espiar sus andanzas, sus inquietudes, sus descubrimientos. El blog ejercía de memoria, de repositorio, y acabó convirtiéndose en un popurrí de todo lo que vivía, veía y amaba.
Yoyo pasó 10 años a caballo entre Francia y Alemania antes de regresar a Costa de Marfil y sufrir el choque con la realidad de la guerra. “Me creía en una película, pero el desenlace me impactó, no creí que pudiéramos llegar ahí”, apunta, antes de apostillar que empezó a escribir sobre la situación humanitaria y la solidaridad entre marfileños y a intentar desentrañar las consecuencias del conflicto para la vida de sus compatriotas y para ella misma, como la pérdida de empleos y otros aspectos de la guerra. La diferencia: lo hacía desde el humor.
“Encerrada en casa, escuchando los bombardeos, sometida a los cortes de agua y electricidad, a la falta de alimentos. Sí, con humor, riéndome de mí misma. Es algo propio de los marfileños. Nos ayuda a soportar las dificultades. Bromear nos aleja un poco del dolor, de la infelicidad”.
Yoyo también reflejó en su blog el dilema de ser mestiza en un contexto en el que se enfrentaban una parte de los marfileños y el gobierno francés. Hasta que llegó un momento en que no pudo continuar con la escritura, sobrepasada por las circunstancias y entendiendo que el humor era una falta de respeto a las familias que habían perdido a sus seres queridos durante la crisis.
Semanas después de la caída de Laurent Gbagbo y el fin de la crisis, Yoyo volvió a las ciberandanzas, hablando del nuchi (el argot local), los transportes públicos y todo lo que forma parte del espíritu marfileño, de lo que le sorprende y de lo que provoca su risa. Su modesto cuaderno de guerra ha acabado convirtiéndose en un pequeño tratado virtual de sociología en el que disecciona su país con ironía no exenta de ternura y donde no deja de maravillarse y maravillar al lector. Imagina, quizás, en el futuro, un cómic en el que se plasmen sus aventuras.
Yoyo LaJolie, imagen cortesía de 'Ayana Webmagazine'
Texto basado en entrevistas realizadas vía skype y facebook
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