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Belleza con receta médica

Medicamentos que pasan sin pena ni gloria por el vademécum farmacológico y poco después se convierten en cosméticos de “culto”

CORDON

Muchos de nuestros cosméticos favoritos se sirven de principios activos originariamente utilizados en el ámbito de la medicina. En algunos casos, estos saltos funcionales son fruto de la casualidad. Otros, han sido “buscados” por químicos cosméticos y formuladores que intuían pistas en determinados activos.

Lociones anticaída para el cabello, cremas antiedad, sueros que estimulan el crecimiento de las pestañas… ¿Quiere saber el origen médico de cada uno?

1. Del botiquín al neceser.

Anti-hemorroidales. El salto se produjo por “instinto popular”. Extender la pomada destinada a terminar con las almorranas en el contorno de los ojos para deshinchar las bolsas es un gesto que se repite desde hace décadas. No sabemos quién fue la primera osada, pero tiene su lógica. Lo explica la dermatóloga Elia Roo, coordinadora del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica de la Academia Española de Dermatología y Venereología: “Los anti-hemorroidales contienen corticoides de efecto antiinflamatorio y activos como la centella asiática, que comparte esta misma acción además de ser diurética”. ¿El mejor antiojeras del mercado? No, la doctora es tajante a la hora de alertar sobre su uso continuado: “No hay que olvidar que se trata de corticoides”.

Ácido retinoico. Su uso como medicamento antiacné quedó en un segundo plano cuando se descubrió su poderío a la hora de tratar las arrugas más profundas, renovar la piel y mejorar la calidad del colágeno.

Vitamina C. “Entre sus facultades médicas se encontraba el tratamiento de la anemia”, señala la doctora Roo. A mediados de los años 90, se convirtió en el ingrediente más buscado para formular cremas antioxidantes que frenen el envejecimiento al tiempo que rescatan la luminosidad de la piel.

2. Frenando la caída capilar. El origen.

Minoxidil. Sigue siendo un activo imbatible a la hora de salvaguardar el pelo en casos de alopecia, pero en origen, como recuerda la doctora Roo, “era un antihipertensivo destinado a bajar la tensión”. Pronto se vio la relación entre la suministración de este medicamento y una gradual mejoría de la densidad capilar. Hoy en día, sigue siendo el activo anticaída por excelencia.

Finasteride. ¿Cómo pudo llegar un medicamento para tratar la próstata a convertirse en otro de los grandes principios contra la alopecia? El proceso fue el mismo, según nos cuenta Roo: “Entre los pacientes, por lo general hombres mayores de 50 años y con altas posibilidades de padecer alopecia androgenética, también se observó una frenada en la caída”.

Lumigan. La última tentación. Un “colirio” que aplicado en la base de las pestañas promete multiplicar el volumen y la longitud de las mismas. El doctor Ráez Balbastre –especialista en oftalmología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid– deja claro que su principio activo, el bimatoprost, “es una prostaglandina que se utiliza desde hace varios años para disminuir la presión intraocular de pacientes con glaucoma [enfermedad de los ojos que se caracteriza por el aumento de la presión intraocular], y esa es actualmente su indicación”. ¿Puede utilizarse con fines más coquetos? “Si el producto cae en el ojo no es peligroso, pero su empleo de forma prolongada puede desencadenar efectos adversos, como la hiperpigmentación del iris y la piel periocular o el enrojecimiento del ojo. Está absolutamente contraindicado, además, en pacientes con anteceden de infección ocular por herpes o inflamación”.

Los actuales crecepestañas contienen derivados de la prostaglandina. En este caso, como señala el especialista, “se incorpora un aplicador para extender la solución a lo largo del párpado superior y evitar que entre en el ojo, disminuyendo así el riesgo de absorción y de aparición de los efectos adversos”.

En la actualidad, como apunta la doctora Roo, “se están probando los derivados de prostaglandina para el tratamiento de la alopecia androgenética”.

3. Del quirófano al centro de estética.

Toxina botulínica. Del estrabismo a la arruga. Desde los años 70, los oftalmólogos manejan la toxina botulínica (poderosísimo veneno que provoca parálisis muscular) con destreza para el tratamiento del estrabismo. Lo explica el doctor Ráez Balbastre: “La toxina botulínica bloquea la liberación de un neurotransmisor (acetilcolina) en la unión entre el nervio y el músculo, evitando de este modo la contracción y provocando por tanto una parálisis muscular. Se trata de una toxina muy potente, pero empleándose en dosis bajas, su efecto paralizador puede ser beneficioso en algunas enfermedades. También se emplea en el tratamiento de distonías (contracciones musculares involuntarias), parálisis facial, hiperhidrosis...". Los médicos estéticos la emplean para congelar las arrugas de expresión, con resultados que se mantienen entre 3 y 6 meses.

Hilos de polidioxanona. Suturas de juventud. Hace 50 años, estaban relegados al uso quirúrgico, siendo el material más seguro para coser después de cirugías a corazón abierto. "El tratamiento de la flacidez del rostro introduciendo estos hilos, que se reabsorben de forma natural, crea una especie de malla tensora bajo la piel, ofreciendo un resultado muy natural y, a medio y largo potenciando la formación de colágeno nuevo”, describe Elia Roo.

Hialurodinasa. Se trata de una familia de enzimas utilizada en oncología para mejorar la recepción de la quimioterapia. A nivel estético, se ha comprobado que hidroliza el ácido hialurónico (desdoblamiento de moléculas por la acción del agua). Aunque su uso aún no está aprobado, como apunta Roo, “es muy prometedor a la hora de disolver posibles grumos o tratamientos con ácido hialurónico si algo sale mal en el resultado final”.

4. A la inversa también ocurre.

La farmacovigilancia no duerme. En el año 2012, se aprovechó la transposición de las Directivas europeas 2010/84/UE, sobre farmacovigilancia, y 2011/62/UE, sobre prevención de la entrada de medicamentos falsificados en la cadena de suministro legal, para incluir a los cosméticos en la misma la normativa que regula la fabricación, distribución y venta de medicamentos.

Como narra la doctora Elia Roo, también es común que se produzca el proceso inverso. “Cuando la Agencia Europea del Medicamento observa que un tratamiento de uso cosmético presenta efectos distintos, exige cambiar su indicación”.

Ha ocurrido con activos como la hidroquinona –un ingrediente habitual de la cosmética antimanchas- presentado en concentraciones de más del 2 %. “Con las isoflavonas de soja utilizadas en nutricosmética para paliar efectos de la menopausia y fortalecer el cabello ocurrió lo mismo”, recuerda Roo. La vitamina K también acaba de pasar a la categoría de medicamento para el tratamiento de la dermatosis, y solo está permitido su uso tópico.

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