Esas pícaras amas de casa
Los trabajadores de este bendito país nos estamos habituando a soportar los insultos y descalificaciones que nos lanzan asiduamente los dirigentes de una clase empresarial. Baste con recordar al anterior jefe de la patronal exigiéndonos “trabajar más y ganar menos” poco antes de ingresar en prisión por diversos delitos fiscales y económicos; al señor Feito conminando a los jóvenes españoles a “buscar aventuras” en Laponia, o a Mónica de Oriol denunciando la injusticia de un sistema que te obliga a pagar a unos “ni-nisque no valen para nada”.
El último de estos improperios lo ha soltado Joan Rosell, un asiduo en estas lides, cuando descubría que “un millón de amas (y amos, no nos vayan a tachar de machistas) de casa se habían apuntado al paro para cobrar un subsidio” y, esto no lo decía, de esa manera era imposible bajar (artificialmente) las tasas de paro.
El señor Rosell sabe perfectamente que en este país no pagan ningún subsidio por 10, 15 o 20 años de trabajo en casa, y supongo que podrá deducir que son otras las causas que llevan a ese millón (vamos a dar por buenas sus cifras) de españoles que no trabajaban a apuntarse a las oficinas de empleo públicas o privadas. Voy a sugerir una: quizás ocurra que en otras épocas el/la cabeza de familia ganaba un sueldo suficiente para el sustento de la familia. Puede que esa persona haya sido despedida o haya sufrido tal “reajuste” salarial que ya no pueda hacer frente a los gastos familiares. Y, tal vez, eso obligue a su pareja a buscar alguno de esos precarios y mal pagados empleos que el señor Rosell y sus compadres ofrecen a los trabajadores de este país para lograr de esa manera, con el trabajo de los dos, evitar el desahucio de su casa y abonar las facturas. Como se ve, nada que ver con subsidios, ayudas, bonificaciones o incentivos, palabras que al presidente de la patronal le resultarán muy cercanas.— Raúl Rodríguez Mateos.
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