La culpa es de las amas de casa
Como bien nos ha informado Joan Rosell, presidente de los empresarios, hay al menos un millón de amas (y amos) de casa que se apuntan al paro con la aviesa intención de cobrar un subsidio. Menos mal que tenemos al presidente de la CEOE, siempre vigilante, para informar (o denunciar) estos presuntos casos de abuso de las prebendas que el Estado concede a los parados. Bajo ese aspecto de personas sacrificadas, abnegadas, trabajadoras sin remuneración se encuentran unos demonios retorcidos y aprovechados que quieren esquilmar el maltrecho erario público provocando un aumento del déficit público vía cobro de prestaciones sociales.
Puestos ya en esta situación convendría señalar también a otros colectivos que, al igual que las amas de casa, muestran su insolidaridad con el Estado y sus objetivos de reducción del déficit: los jubilados, esas personas que han decidido romper todos los récords de longevidad mundial y que se niegan, como ya solicitó con buen criterio un ministro japonés, a llevar a cabo un gesto patriótico muriéndose antes; los estudiantes que, igualmente, prolongan hasta límites fuera de toda lógica su periodo de formación; los dependientes, igual de aviesos o más que las amas de casa y que son capaces de hacer cualquier cosa para que se les reconozca un mayor grado de dependencia y percibir una ayuda mayor, y en fin, un largo etcétera de insolidaridad, falta de patriotismo y, por qué no decirlo, estafa manifiesta a un Estado que ha sido en la mayoría de los casos en exceso laxo con tanto abuso. Por todo ello gracias, señor Rosell, España necesita más hombres como usted.— Fernando Manuel Manzano García.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.