Las mejores fotografías de medio ambiente del año
La Real Sociedad Geográfica de Londres recoge una selección mundial de los fotógrafos que mejor retrataron el cambio climático y el desarrollo sostenible en 2014
Condensar el heroísmo y el desaliento en una sola fotografía, que evoque y que conmueva. Esta es la pauta agridulce que ha conducido al jurado del premio Atkins CIWEM a nombrar al bengalí Mohammad Fahim Ahamed Riyad como Fotógrafo Medioambiental del año 2014.
La imagen ganadora retrata a un bombero solitario, rodeado por montoneras de escombro humeante, en busca desesperada de supervivientes en un barrio de chabolas en Dhaka, Bangladesh. El incendio arrasó 400 viviendas y murieron varias familias, incluyendo niños; sin embargo estos hechos probados nunca ocurrieron oficialmente. Según las fuentes gubernamentales nunca hubo muertos, nunca falleció nadie.
"Esta imagen evoca el heroísmo de la sociedad civil para hacer frente a la calamidad”, explica Brigitte Lardinois, directora del área de fotografía de la Universidad de las Artes de Londres y exdirectora cultural de la agencia Magnum en el Reino Unido. “Sin embargo, el pie de foto contradice nuestras expectativas, contando la historia de un barrio cuyos muertos no se denuncian, su causa no queda registrada. Esta fotografía gana poder desde el contraste entre el esfuerzo heroico y la futilidad'', remarca Lardinois, que fue parte del jurado en este certamen.
Un jurado que trabajó en la selección de los mejores trabajos hasta el punto de la extenuación, ya que el premio que otorga la CIWEM (Institución Colegiada para la Gestión del Agua y del Medio Ambiente) —y patrocina la fundación Atkins— en busca de las mejores imágenes de fotógrafos de todo el mundo para poner en relevancia el cambio climático y el desarrollo sostenible, es uno de los certámenes fotográficos que más rápido ha crecido en volumen y en prestigio en los siete últimos años. Hasta el punto que para esta edición de 2014 recibieron más 13.000 fotografías de más de 40 países.
Y lo que queda de manifiesto al echar un vistazo a la selección de las 94 excepcionales fotografías finalistas, entresacadas de esas miles, que forman la exposición que hasta el 4 julio puede verse en la Real Sociedad Geográfica de Londres es que Asia fue la diva y la desgraciada musa de los premios de la foto medioambiental.
La épica de un grupo de monjes budistas camboyanos que protegen enrollando con sus hábitos naranjas un bosque de las mafias de tala, del británico Luke Duggleby se llevó el premio de la Comisión Forestal de Inglaterra. El también bengalí Faisal Azim ganó el premio de Paisaje urbano que otorga la Fundación Atkins por su instantánea de un grupo de personas que viven dentro de unos enormes tubos de cemento, son algunos de los más de 900.000 sin techo que deambulan por Bangladesh.
Y en la categoría de mejor filme medioambiental del año el premio fue para Sean Gallagher y su cortometraje documental El tóxico precio del cuero sobre la contaminante industria de la ciudad india de Kanpur. Tan solo el premio joven quedó para una imagen tomada en Europa, de Bogumil Kruezel, sobre el interior de unas minas de sal en Polonia.
El trágico y galopante desarrollo del continente asiático y el agotamiento de sus recursos fue el protagonista indiscutible de gran parte de la muestra, no solo de los galardonados.
Destacan los extraordinarios trabajos de largo aliento como el de la fotógrafa Francesca Moore que ha retratado a las víctimas de Bophal tres décadas más tarde del escape químico o las icónicas imágenes del coreano Daesung Lee con su serie de islas que desaparecen el oeste de Bengala a causa de la erosión, que se intercalan con barcos varados en tierra por el monstruoso tifón Yolanda en el Pacífico, chatarrerías electrónicas en la India, contaminantes factorías de ladrillos o el imparable crecimiento de rascacielos en Shanghai.
Asia y su trágico desarrollo cautiva a los fotógrafos del mundo
Pero entre la omnipresencia asiática también hay en la muestra un hueco para España con atípicas imágenes como la del fotógrafo portugués Marcos Sobral titulada Consumption que muestra un mosaico de contenedores en el puerto de Barcelona, las pistas de esquí abandonadas de Navacerrada durante el verano del valenciano Ignacio Evangelista o las plantas fotovoltaicas andaluzas que también capturó el británico Steve Morgan.
“El Environmental Photographer of the Year es un certamen en el que rara vez se verán alucinantes imágenes de insectos o capturas de fauna salvaje en acción. Lo que esta exposición ofrece es otra manera de entender nuestro medio ambiente e ir a algo más profundo para encontrar esas ideas que nos hacen estremecer, o derramar una lágrima de dolor o incluso de alegría”, explica Paul Horton, responsable de la CIWEM y también jurado del concurso. “No se trata de tomar una imagen, sino de introducirse en la imagen en sí misma y ese es el mérito de los fotógrafos que están aquí.”, incide Horton.
David Tonkin, director ejecutivo de Atkins para Europa—la gigantesca consultora urbanística que patrocina y financia el premio fotográfico—, es un convencido defensor del valor de estas fotografías en sí mimas. “Es muy fácil construir y diseñar ciudades e infraestructuras a millas de distancia, desde un despacho en Inglaterra, sin ver las consecuencias que nuestras decisiones y acciones tienen realmente sobre las comunidades, las personas y el paisaje, es por eso que estas imágenes nos sirven de consciente recordatorio de los retos a los que nos debemos enfrentar y adaptar a diario, en diferentes contextos y con diversas soluciones”, explica Tonkin.
“Vivimos en una era visual y es relevante promover y financiar estas muestras fotográficas, para motivar a esos fotógrafos que han capturado desde los rincones más remotos del planeta cómo cambia nuestro mundo y han permanecido firmes detrás de su lente para mostrarlo”.
“Y junto a esa desesperanza han sabido poner a la vista de todos la dosis necesaria de confianza de que hay en el desarrollo sostenible y el trabajo y conocimiento colectivo una solución posible. Solo espero que estas imágenes permanezcan en nuestra mente mucho tiempo después de ver la exposición”, concluye Tonkin.
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