No somos la última rueda de la carreta
Los intereses españoles en la UE están más confiados a lo que sea capaz de idear Renzi que a lo que logre Rajoy

Los intereses españoles en la Unión Europea, es decir, una política que suavice los plazos para el cumplimiento de la regla del 3% de déficit (la famosa austeridad) y que promueva medidas que generen un mayor crecimiento y un mayor empleo, están en estos momentos mucho más confiados a lo que sea capaz de idear, y organizar, el primer ministro italiano de centro-izquierda, Mateo Renzi, que al apoyo que obtenga Mariano Rajoy entre sus pares conservadores.
Antes de fin de año, el Eurogrupo (los países que están integrados en la moneda única, el euro) debe decidir si acepta un nuevo planteamiento, y en qué grado se puede realizar el giro, y es Mateo Renzi, de 39 años, quien se está moviendo para lograr los apoyos necesarios y forjar las alianzas imprescindibles, frente a la resistencia de los conservadores y la angustiada pasividad de los dirigentes españoles, que necesitan que Renzi tenga éxito, pero que se encuadran junto a sus oponentes políticos.
El primer ministro italiano se dibuja como uno de los nuevos líderes europeos
El primer ministro italiano se dibuja como uno de los nuevos líderes europeos, con un presidente francés, François Hollande, claramente debilitado, dispuesto más a colaborar que a dirigir. La cumbre de dirigentes de centro-izquierda de la UE, convocada este fin de semana en París, es una muestra de esa situación. En teoría, la reunión —a la que debían asistir el propio Hollande; Renzi; el primer ministro austriaco, Faymann; su colega belga, Di Rupo, y el ministro de Economía y Energía y líder del SPD alemán, Sigmar Gabriel— tenía sobre la mesa el reparto de cargos en la nueva legislatura europea, con el actual presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, como primer interlocutor. Pero el segundo gran punto del día tenía que ser el debate sobre cómo encarar ese imprescindible cambio de políticas europeas, y en ese capítulo está ya bastante claro que el político más activo está siendo, desde hace semanas, Mateo Renzi, que cuenta además con el impulso que le da el hecho de que Italia acceda a la presidencia de turno de la UE el próximo mes de julio.
Haber sido alcalde de Florencia parece imprimir carácter, en el sentido de dotar a sus ocupantes de un cierto olfato “florentino” para la política. Al menos eso afirman algunos colegas europeos. Renzi se niega a entrar en la discusión del 3% de déficit o de la austeridad como principio, lo que le colocaría frente a la canciller Markel. Pero no cesa de organizar encuentros y debates sobre el Pacto para la Estabilidad, que, insiste, se denomina realmente “para la Estabilidad y el Crecimiento”. Con esa estrategia, que huye de la colisión con Merkel, aspira a atraerse al vicecanciller y ministro de Economía alemán, que, aunque está supeditado a su colega conservador Schauble, esta misma semana realizó unas inesperadas declaraciones en apoyo de Renzi.
Las reglas deben cumplirse, mantiene el primer ministro italiano, pero deben ser “flexibles”, es decir, que no deben impedir que los presupuestos nacionales amplíen, con algunos trucos florentinos, sus capítulos de inversión, para lograr crecimiento y empleo. Por el momento, Angela Merkel parece inflexible. A su regreso de un viaje a Brasil (para asistir al primer partido de la selección alemana de fútbol), insistió en su ya consabido mensaje: “Estamos seguros de que no es necesario cambiar el Pacto de Estabilidad. Toda la flexibilidad que necesitamos para afrontar los problemas está ya formulada en ese pacto”.
Lo más envidiable de la posición de Renzi (un personaje que se siente como en casa entre las sedas doradas del palacio Chigi, despacho del primer ministro, pero que va frecuentemente vestido con vaqueros y chaqueta de ante) es que presenta siempre a Italia no como un país necesitado de ayuda, sino como una pieza indispensable en la dirección de Europa. “No se trata de que salgamos nosotros de la crisis, sino de que Europa salga de ella”, dijo en una reciente entrevista. Y quizá resulte que Italia es capaz de diseñar un camino paralelo al alemán, pero algo desviado. Italia, está convencido Renzi, “no es la última rueda de la carreta”. Sería una buena noticia que España asumiera ese mensaje.
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