Cáscaras de arroz para generar electricidad
La actividad de una empresa en India que aprovecha el cereal para proveer de energía barata a una zona pobre del país es el tipo de innovación que realmente importa
El término innovación es clave en cualquier proceso de mejora, y normalmente está asociado a grandes descubrimientos. En esta tribuna, me gustaría hablar de la innovación que es capaz de mejorar la vida de millones de personas, la que realmente importa.
Y ésta no está mayoritariamente en Silicom Valley, sino que se encuentra, sobre todo, en las miles de empresas que se están desarrollando para solucionar problemas sociales especialmente en África y Asia. Las enormes carencias, los escasos recursos y la necesidad de sobrevivir, agudizan el ingenio.
Para abrir boca, hablaré de la empresa Husk Power Systems, que provee electricidad generada a partir de cáscaras de arroz, en Bihar, una de las zonas más pobres de India con un 80-90% de los pueblos sin electricidad y sin ninguna posibilidad de que se instale por la falta de accesibilidad.
La falta de electricidad es un problema que afecta a casi un cuarto de la población mundial (alrededor de 1.500 millones de personas), y que además impacta en el desarrollo económico, la educación y la salud de las personas que lo padecen.
Husky Power Systems, con 84 mini plantas gasificando la cáscara de arroz, provee electricidad de forma recurrente, fiable y ecológica a más de 200.000 personas en 300 pueblos. Generando un ahorro de keroseno de alrededor de 9.244.800 litros, con un coste de dos dólares al mes por familia, menos de la mitad del gasto mensual en energía de un hogar en Bihar. Y además, el acceso a esta energía reduce la polución, mejora la salud en las zonas rurales, promueve el desarrollo económico al mantener los negocios abiertos más tiempo y permite alargar tambien las horas de estudio de los niños. Además da empleo a 350 personas de la zona. Adicionalmente han encontrado la forma de transformar las cenizas de la cáscara de arroz, producto residual del proceso, en incienso, lo que genera un ingreso extra a más de 500 mujeres. Una solución global, escalable y sostenible en el tiempo.
No ha sido fácil. Aparte de los problemas a los que ese enfrenta cualquier emprendedor al lanzar una empresa en un mercado desconocido –incluida la falta de financiación–, Husk Power Systems ha tenido que crear y operar verticalmente en toda la cadena de valor para poder ser viable y sostenible. Desde el aprovisionamiento de las cáscaras de arroz hasta la construcción de la red de cableado con postes de bambú, el desarrollo de contadores electrónicos, un sistema de pago para clientes sin historial crediticio e incluso la creación de Husk Power Univerirty para formar al personal local que opera sus plantas.
Y además, convencer a unos clientes que, por mucho que necesiten la electricidad, tienen unos ingresos ínfimos, muy irregulares y una entendible aversión a cambiar costumbres muy arraigadas.
En todo este proceso, la ayuda de inversores y donantes internaciones ha sido clave. Me gustaría enfatizar el papel de Fundación Shell y su programa Acceso a la Energía. En total, esta entidad le dió a HPS 2,3 millones de dólares, entre 2008 y 2011, para la consecución de diferentes hitos en el proyecto: testar escalabilidad, acortar el tiempo de construcción, alcanzar punto de equilibrio por planta, reducir costes operacionales. La fundación complementó esta ayuda monetaria con asesoría empresarial y técnica desde el Grupo Shell.
Y ahí entra otro de los temas centrales en debate sobre este proyecto: el papel de la empresa, y en particular la española, en este proceso de innovación y en su contribución en la mejora de los problemas sociales.
Las empresas centradas en los clientes de la base de la pirámide –segmentos de población que han sido olvidados– tienen una serie de retos enormes: infraestructuras muy precarias, clientes con capacidad de pago muy limitada, poca capacidad de atraer gestores excepcionales y cadenas de suministro inexistentes. Pero a cambio tienen la posibilidad de alcanzar un impacto social inmensurable, además de un retorno económico a largo plazo.
Desde aquí me gustaría retar a la empresa española a embarcarse en este apasionante desafío y ¡unirse a la conversación!
María López Escorial es profesora en el Instituto de Empresa desde 2002 y consultora independiente especializada en mercados de la base de la pirámide y soluciones empresariales para combatir la pobreza.
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