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RAYOS Y CENTELLAS
Columna
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Basta de depresión

Europa no es perfecta. Tiene que cambiar muchas cosas, pero la manera es yendo a votar

Pep Montserrat

No he votado en ninguna elección en los últimos seis años. Pero en las europeas del 25 de mayo, volveré a las urnas. No he decidido aún por quién votaré, pero no me quedaré en casa.

Mi apatía de estos años, y la de millones de españoles, se debe a la decepción. Los socialistas mintieron sobre la crisis para ganar, y los populares mintieron sobre lo que harían cuando ganasen. Unos se acusan a otros en la oposición de los mismos recortes que practican en el Gobierno. Pero ambos partidos –y muchos otros– se sentaron en los directorios de los bancos que falsearon la economía hasta hacerla reventar. Y ambos enfrentan ahora grandes casos de corrupción en los tribunales. Como votante, resulta muy difícil sobreponerse a la idea de que tu voto da igual, de que todos los políticos te dirán las mismas mentiras para luego realizar la misma y calamitosa gestión.

Sin embargo, ni España ni Europa, por suerte, son sólo sus líderes. Afortunadamente, ambas son también –y sobre todo– sus sociedades.

En los últimos años, he estado viajando y escribiendo sobre muchos países, frecuentemente para esta misma columna. Y cada viaje ha ido modificando mi juicio sobre el lugar en que vivo.

Por ejemplo, la mayoría de españoles consideran que sus Gobiernos sacrifican a los ciudadanos para salvar sólo a la banca y las cifras macroeconómicas. Pues no es verdad. El último presupuesto anual de España dedica el 50% al desempleo, las pensiones y los intereses de la deuda que contrae para pagar… el desempleo y las pensiones. Eso quiere decir que medio presupuesto se dedica a fondo perdido a la solidaridad. Muchos españoles acusan a este Gobierno de neoliberal, pero esto es la pesadilla de un liberal. En América Latina, incluso en la bonanza de los últimos años, ni al más izquierdista se le ha ocurrido dedicar ese porcentaje del presupuesto a la cohesión social. Muchos países no tienen seguro de desempleo, ni creen que deban tenerlo.

Otra percepción ciudadana muy extendida en España es que los corruptos poderosos no pagan por sus delitos. Tampoco es exacto. Miembros muy importantes de los partidos políticos y la familia real se han sentado en el banquillo durante los últimos años para responder ante jueces valientes. Estamos tan decepcionados de nuestros líderes que a veces nos parece que deberían ir todos presos. Pero sólo deben ir presos los que tengan culpa. Y para determinar quiénes son, están los jueces.

En España, además, los acusados, incluso antes de ser imputados, se someten a una presión mediática implacable. Estuve en China hace unos meses, justo cuando varios periódicos occidentales destaparon las cuentas bancarias de los líderes chinos. En vez de investigar a los corruptos, el Gobierno censuró los periódicos.

La razón de todas estas cosas va más allá de la derecha o de la izquierda. Es una cultura de la institucionalidad, la libertad y la igualdad que ha encontrado su mayor expresión en este continente. Europa no es sólo la que hace los recortes sociales. Es esa cultura.

Por supuesto, Europa no es perfecta. Ni de lejos. Tiene que cambiar muchas cosas, pero la manera de cambiarlas es precisamente yendo a votar y participando en la formación de instituciones como el Parlamento Europeo, no deprimiéndonos en un rincón.

Esta vez, votar es especialmente importante, porque el descontento con Europa alimenta a grupos de extrema derecha de múltiples países que desean bombardear la Unión. Si vemos a Europa sólo como la bruja de las políticas de austeridad, esos grupos ganarán, pero no resolverán ninguno de los problemas señalados. Al contrario, los agravarán. Y quienes vivimos aquí descubriremos lo que tenemos sólo cuando lo hayamos perdido.

@twitroncagliolo

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