¿A qué categoría pertenece?
En este país siempre hemos tenido problemas, incluso cuando gobernaba Franco, para distinguir entre el que mandaba y el que era un mandado
He aquí a un dictador cagándose en el Instituto Cervantes. Y sobre la mismísima vírgula en extinción de la eñe de España, pobre. Sucedió en la sede de Bruselas, pero quizá podía haber ocurrido en cualquier otra. O no: desconocemos el grado de autonomía de los Cervantes, aunque nos gusta imaginar que en la mayoría de ellos está prohibido hacer aguas mayores a la vista del público. Si usted venía preguntándose en qué se distingue nuestro Instituto de la Alianza Francesa o del Goethe alemán, ahí tiene la respuesta: en que los dos últimos se reservan el derecho de admisión. También en que se prohíbe escupir en el suelo. Significa que son vehículo de la cultura de sus respectivos países. No de la cultura real, que en todas partes cuecen habas, sino de la que aspiran a representar. Nosotros, como España, tenemos nuestros ideales también. Por eso hemos convertido el nombre de nuestro país en el de una marca. Por eso y porque, como todas las SL, pertenece a unos pocos.
Observando melancólicamente esta fotografía, hemos de concluir que vendemos lo peor de lo peor. Pero hay algo más raro, y es que no sabemos aún quién autorizó el acto, ni quién lo propuso, ni a quién se ha cesado, ni quién ha dimitido, ni quién se fue ese día al cine para no enterarse. Tampoco sabemos quién pagó a Obiang por su conferencia basura, por su caca. O cuánto pagó él por el privilegio de aliviarse en el Cervantes. En este país siempre hemos tenido problemas, incluso cuando gobernaba Franco, para distinguir entre el que mandaba y el que era un mandado. ¿A qué categoría pertenece este tipo?
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