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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trasplantes altruistas

Las detenciones por un intento de compra de un órgano muestran que los controles funcionan

Aunque no llegó a materializarse, el intento de compra de un fragmento de hígado para ser trasplantado a un paciente libanés adinerado revela los peligros que entrañaría permitir que medie una transacción en este tipo de intervenciones. El paciente había solicitado trasplantarse en Barna Clinic, la parte privada del hospital Clínico de Barcelona. Allegados al enfermo reclutaron a varias personas como posibles donantes, según la investigación policial. En España está rigurosamente prohibido que medie precio en la donación de órganos, ni de cadáver ni de vivo. El suceso —que termina en un delito de tráfico de órganos en grado de tentativa— revela las poderosas razones para que eso sea así: las nueve personas que se sometieron a las pruebas de idoneidad eran inmigrantes sin recursos.

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El episodio demuestra que el gran éxito del programa de trasplantes aplicado en España radica, además de en su alta eficacia técnica, en las estrictas normas éticas que lo rigen. Esta es la principal lección de un lamentable suceso que ha terminado sin daños morales, pues la compraventa no llegó a materializarse y el paciente fue trasplantado, pero con un trozo de hígado donado por su hijo.

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El carácter altruista de la donación es esencial. Si España ha alcanzado un envidiable porcentaje de donaciones de órganos es porque todas se realizan de forma desinteresada en el marco de un programa férreamente controlado por la Organización Nacional de Trasplantes. La asignación de los órganos se lleva a cabo por riguroso orden en una lista de espera confeccionada con criterios médicos de urgencia y necesidad. En estas condiciones se realizan 4.200 trasplantes anuales. Y la organización ha soportado con eficacia la realización de hasta 45 trasplantes en 24 horas.

Los extranjeros no pueden optar a una donación de cadáver, pero sí de vivo, aunque en la medicina privada. Precisamente para evitar que personas adineradas puedan aprovecharse de la penuria de otros, solo se acepta como donantes a familiares y personas muy allegadas. El protocolo obliga a indagar las motivaciones, para evitar que pueda mediar precio o coacción. Alrededor de un 10% de los más de 100.000 trasplantes que se realizan en el mundo cada año se hacen, según la OMS, con órganos procedentes del tráfico ilegal. Debemos felicitarnos, pues, de disponer de un sistema que funciona.

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