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EL PULSO
Columna
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Realidad chanante

La realidad española se ha vuelto chanante y solo el arte, disfrazado en este caso de muy buena comedia, puede ponerla en jaque

Patricio Pron

A menudo me pregunto qué reacciones provocó la emisión el 5 de mayo de 2002 del primer episodio de ‘La hora chanante’; por entonces no vivía en España, de modo que mi descubrimiento del humor chanante se produjo en dos sentidos: hacia atrás, viendo fragmentos en YouTube (una plataforma con la que los ‘chanantes’ tienen una relación de amor-odio), y hacia delante, con ‘Muchachada nui’, ‘Museo Coconut’ y los proyectos individuales de sus componentes. Mi perspectiva, en ese sentido, está viciada: para cuando llegué a España (en marzo de 2008), expresiones como ‘gayer’, ‘repeinao’, ‘gambitero’, ‘entreteto’, ‘a cascoporro’, ‘pataliebre’, etcétera, formaban parte ya del habla cotidiana española, y la revolución chanante parecía haber dejado paso a una nueva normalidad.

Esa normalidad, por supuesto, era solo aparente, ya que no hay nada normal en el humor chanante, entre otras cosas porque no parece tener como punto de partida el tradicional (televisivo o teatral, poco importa), sino las prácticas de las vanguardias históricas, más específicamente el ‘détournement’ situacionista. La repetición con distancia crítica opera en ‘Retrospecter’, en un tipo de imitación cuya legitimación no radica en la fidelidad, sino en el distanciamiento del personaje (un distanciamiento que, paradójicamente, establece un trato íntimo con el personaje imitado, como cuando cierto escritor español compara una novela suya con ‘El hombre sin atributos’, de Robert Musil, y se jacta: “Si no tiene atributos, dudo de que sea un hombre. Yo, por lo menos, tengo unos cojonazos…”), en la atribución de ideas retrógradas a personajes adorables como El Bonico del Tó y Marcial Ruiz Escribano. La reciente edición íntegra de ‘Muchachada nui’ en DVD permite pensar estas cosas y hacer una constatación, tal vez banal: la de que la realidad española se ha vuelto chanante y que solo el arte (disfrazado en este caso de muy buena comedia) puede ponerla en jaque.

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