El cosmos a los 50
El Big Bang pasó de ser una especulación salvaje a aceptarse como un hecho científico casi de la noche a la mañana
El Big Bang está tan integrado en nuestra percepción del cosmos que resulta extraño pensar que su primera prueba empírica tiene solo 50 años. Pero fue en 1964, en efecto, cuando Arno Penzias y Robert Wilson descubrieron —sin estarla buscando— la radiación cósmica de fondo, el residuo fósil o el eco del impetuoso origen del universo, y el Big Bang entró a formar parte de la ortodoxia cosmológica, y después de la cultura del ciudadano medio. Aquella radiación tan solo unos pocos grados por encima del cero absoluto y que parecía venir por igual de todas direcciones era exactamente lo que unos pocos físicos teóricos habían calculado que cabría observar si el universo se hubiera originado en la gigantesca explosión que conjeturaban.
Penzias y Wilson ni siquiera se dieron cuenta al principio de lo que significaba su propia observación, pero otros investigadores ataron los cabos enseguida. El Big Bang pasó de ser una especulación salvaje a aceptarse como un hecho científico casi de la noche a la mañana. Más extraño aún resulta pensar que, durante las primeras décadas del siglo XX, todo el mundo daba por hecho que el cosmos era estático y eterno. La primera indicación de lo contrario fueron las ecuaciones de la relatividad general que Einstein publicó en 1916, y que constituyen el fundamento de la cosmología moderna.
Albert Einstein fue consciente desde tan temprana fecha de que sus ecuaciones implicaban que el universo estaba o bien en expansión o bien en colapso gravitatorio, pero pensó que ese era el punto más débil de su teoría, e introdujo un truco matemático en ella para garantizar una estabilidad del cosmos. Pero Georges Lemaître y otros físicos partieron de las fórmulas de Einstein para proponer el Big Bang incluso antes de que Edwin Hubble demostrara la expansión del universo en 1929. La prueba del Big Bang aún esperaría otros 35 años.
La radiación de fondo descubierta por Penzias y Wilson ha resultado además una herramienta clave para dibujar un verdadero mapa de la infancia del cosmos, hace 13.800 millones de años. Las zonas levísimamente más frías o calientes que hoy manifiesta tal radiación representan las semillas de las actuales galaxias y cúmulos galácticos cerca del origen de los tiempos. El vértigo de la cosmología es hoy aún mayor que hace medio siglo.
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