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Tribuna
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Alemania y la eurozona

La subida de salarios y renovar las viejas infraestructuras beneficiará a todos

El nuevo Gobierno alemán está comenzando a trabajar seriamente. Ahora que los ministros se ponen manos a la obra, lo primordial es saber si habrá cambios de relevancia en las políticas y qué impacto tendrán en Alemania y en la crisis de la eurozona, aún pendiente de resolver. En pocas palabras podemos decir que habrá cambios positivos, pero que deberían hacerse muchos más.

Mucho da que pensar que un avance rápido hacia un nuevo diseño de la eurozona sea ahora tan improbable como el año pasado. El acuerdo de coalición solo hace referencias breves y carentes de ambición a las dolencias de la Unión Europea, lo cual significa que en un futuro próximo nos quedaremos empantanados en soluciones imperfectas. La responsabilidad compartida en caso de deuda se descarta abiertamente y tampoco hay un giro respecto a las políticas de austeridad que tanto daño han causado en muchos países europeos.

El programa de Operaciones Monetarias Simples (OMT en sus siglas en inglés) del BCE, actualmente investigado por el Tribunal Constitucional de Alemania, ha proporcionado cierto alivio en tiempos de crisis, pero el tiempo que ha ganado no se ha utilizado para impulsar las necesarias reformas institucionales. La supuesta unión bancaria incluirá un supervisor común para los grandes bancos, pero no un fondo conjunto de resolución para rescatar a los que estén en quiebra, ni tampoco un sistema de garantía de depósitos. Por tanto, no se conseguirá el objetivo fundamental, que es romper el círculo vicioso que vincula la vulnerabilidad del sector financiero con la solvencia de los Gobiernos.

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Pero no todo es negativo. Si nos fijamos en la agenda interna del nuevo Ejecutivo, queda claro que sí se contribuirá de forma significativa al reequilibrio de la eurozona. Sin embargo, otro indicio más de que se sigue sin entender la crisis de la zona euro es que prácticamente no se menciona el impacto positivo que tendrán esas políticas internas en Europa. Así que merece la pena incidir en este punto.

La inversión inteligente, no el ahorro dogmático, es lo que impulsa el progreso económico

Es probable que la introducción en Alemania por primera vez de un salario mínimo basado en 8,50 euros por hora tenga un considerable impacto económico y que sirva para aliviar la crónica escasez de demanda interna que sufre el país. Según las estadísticas publicadas por Die Zeit, la introducción del salario mínimo conducirá al incremento de sueldo de casi siete millones de trabajadores alemanes. Esto significa que el 32,2% de los de la antigua Alemania del Este y el 18% de los de la ex República Federal obtendrán un aumento de salario. Si a esto le unimos algo ahora más frecuente, es decir, los incrementos por encima de la inflación en salarios de niveles más elevados, es probable que asistamos a un aumento de la demanda interna.

Ese incremento también contribuirá a reducir los hasta ahora crecientes excedentes comerciales, causa de preocupación en Europa y otras latitudes. También debería ayudar a subir la inflación alemana, algo que, a su vez, servirá para contrapesar las presiones deflacionarias de otras regiones de la eurozona. ¿Significa eso que tenemos una hiperinflación a la vuelta de la esquina? No. Lejos de esperar que se dispare la inflación, un temor frecuente en Alemania, actualmente el Bundesbank cree que los índices de inflación germanos se situarán entre el 1,3% en 2014 y el 1,5% en 2015.

Sin embargo, la probable influencia del cambio de tendencia salarial en la inflación también apunta una gran omisión en el programa del nuevo Gobierno. En una época de tipos de interés cercanos a cero, o incluso por debajo de cero, el nuevo Gobierno debería hacer una inversión masiva en las envejecidas infraestructuras del país. Pocas personas saben que Alemania tiene una tasa de inversión muy baja y que durante la última década ha incurrido en un considerable déficit a ese respecto.

El Instituto de Políticas Macroeconómicas de la Fundación Hans Böckler calcula que, solo para superar el déficit acumulado durante la última década, haría falta una inversión adicional de 6.000 millones de euros al año. Y el DIW de Berlín (Instituto Alemán para la Investigación Económica) llega incluso a situar en 75.000 millones de euros la cifra anual de inversión pública y privada adicional que haría falta para acabar con el déficit de inversiones desde 1999, que se sitúa en un billón de euros.

Los costes de financiación nunca han sido tan bajos y Alemania necesita con urgencia inversiones de calado. Si observamos esta situación en el contexto del desempleo masivo que sufre el sur de Europa, sobre todo en el sector de la construcción, cabe preguntarse por qué el nuevo Gobierno no se ha dado cuenta aún de que este es el momento ideal para iniciar un programa de inversiones de varios años, que contribuya a incrementar la productividad alemana, aumente todavía más la demanda interna y ayude a reequilibrar el mercado laboral europeo.

La introducción de un salario mínimo y el incremento de los salarios en Alemania tendrán efectos positivos en la eurozona. Pero resulta difícil entender que ni siquiera se debata un programa de inversiones de peso. Económica y políticamente sería bueno para Alemania y para el conjunto de la eurozona. Los responsables políticos tienen que aprender que es la inversión inteligente, no el ahorro dogmático, lo que impulsa el progreso económico. Ya saben que las crisis también proporcionan oportunidades, pero es hora de que comprendan también que hay oportunidades que ayudan a superar las crisis.

Henning Meyer es director del Social Europe Journal (www.social-europe.eu) e investigador asociado en el Grupo de Políticas Públicas (PPG) de la London School of Economics (LSE).

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

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