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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El milagro de El Nano

Joan Manuel Serrat cumple 70 años, aunque nadie lo diría, viéndolo sobre un escenario.

SOLEDAD CALÉS

Los que tienen 70 (u 80, o 90, o 17) saben quién es Joan Manuel Serrat. En España, en América. Aquí y allí es el Nano, Joan Manuel, Juan Manuel. Todos han vivido, gracias a él, una emoción, un amor, un poema. Un artista y un milagro. Su canción, Mediterráneo, ha sido identificada por millones como la mejor de su tiempo y él es una figura tan querida como el más entrañable de los componentes de la selección nacional (e iberoamericana) de los artistas. En esta época tan desdeñosa, Serrat es, sin embargo, como aquel personaje de Rudyard Kipling, Kim, el amigo de todo el mundo. Porque todo el mundo le debe algo a Serrat.

A principios de los setenta, cuando la dictadura se preparaba para morir y reprodujo su fiereza, lo condenaron al exilio y en América también ganó el corazón de la gente. Su triunfo proviene del arte, de su manera de interpretar la poesía, la música, la palabra de los poetas, los de aquí y los de allí, su propia raíz, su mar, su gente, el amor y la gente. Es una referencia sentimental de los que, aquí y allí, han buscado en la música una interpretación de la vida, una razón para amar o para estar en una orilla, en el campo, bajo el sol o mirando amanecer una matinada. Jamás dejó de ser un artista coherente, responsable hasta el límite con las obligaciones del arte; ninguna de sus invenciones, que se cuentan por discos, estuvo ausente de su esfuerzo musical, por componer la música adecuada para la palabra precisa.

Serrat, además, es una pieza básica de la arquitectura de la música en España e Hispanoamérica. El largo viaje al que ha sometido su arte no ha conocido desmayo tampoco en la obligación profesional en la que ha sustentado el trabajo: nunca ha sido un artista banal y tampoco ha sometido su opinión personal a los dictados de la demagogia pública.

Su generosidad lo ha llevado a todas las geografías, pero también ha convocado a muchos de sus compañeros (últimamente, sobre todo, a Joaquín Sabina) en torno a lo que es capaz de hacer. Cumplió este viernes 70 años. Casi nada. Aunque nadie lo diría, viéndolo sobre un escenario. Pero mirando lo que ha hecho parece que este hombre, al que aún se llama El Nano, hubiera estado aquí el doble de esa edad. Felicitats, Nano.

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