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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Espiral de excesos verbales

El debate político cae con demasiada frecuencia en exageraciones y desmesuras

Marcos Balfagón

Ni España trata a los catalanes como esclavos, ni el Gobierno catalán incurre en prácticas nazis. Hay una gran distancia entre la esclavitud o el Holocausto y la situación que se vive en España, por fortuna una democracia consolidada. Sin embargo, algunos dirigentes políticos recurren con demasiada frecuencia a metáforas y comparaciones excesivas que no aportan nada al debate y sí emponzoñan el ambiente.

La última de las salidas de tono la ha protagonizado el presidente Artur Mas quien, en una pirueta verbal, ha comparado el proceso soberanista con la emancipación de los esclavos. No es la primera vez que recurre a comparaciones de tamaña desmesura. Antes lo había hecho con la figura de Martin Luther King y su lucha por los derechos civiles en EE UU. Y en un viaje oficial a la India, Mas comparó implícitamente la lucha pacífica de Gandhi para conseguir la emancipación colonial de ese país con el proceso soberanista. El victimismo alcanza cotas ridículas cuando hasta en la felicitación navideña, el presidente Mas utiliza como ilustración una alegoría del asedio de Barcelona de 1705. A cualquiera se le ocurrirían mil maneras más felices de desear un feliz año nuevo.

Lamentablemente, declaraciones incendiarias se producen en muchos lados. No es de recibo que se compare, como han hecho varios dirigentes políticos —entre ellos, presidentes y ex presidentes de CC AA de ambos partidos mayoritarios— al nacionalismo catalán con el nazismo, ni a Mas con Hitler, ni las Diadas con las manifestaciones del Tercer Reich.

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Tampoco lo es que el portavoz del Gobierno catalán tilde de “macarra” al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cuando este se niega a adelantar pagos del Fondo de Liquidez Autómica, ni que Montoro dé a entender que es él quien graciosamente paga las facturas de los catalanes cuando en realidad son préstamos a devolver con sus correspondientes intereses. Tan burda es la idea de que “España nos roba” como la de que “Cataluña es rica porque explota a los españoles”. Hay que romper esta espiral de agravios y excesos porque, además de incurrir en el engaño, crean resentimiento. Lo mínimo que se puede esperar de un político es que sea respetuoso. Con la historia y con el adversario.

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