¿Cuántas catástrofes más necesitamos?
Hace unos días nos levantamos con la trágica noticia de un nuevo desastre meteorológico, el del tifón Haiyan. Más de 10.000 personas ya han perdido la vida y alrededor de 600.000 se han quedado sin sus hogares, según Naciones Unidas. Pero lamentablemente este tipo de catástrofes son, cada vez más, sucesos poco noticiables. Diferentes maremotos —como los ocurridos en el océano Índico y en Japón— y terremotos —como los de Chile y Haití—, entre otros desastres, han sacudido nuestro planeta en los últimos años. Pero hay muchos otros que han pasado desapercibidos.
Es tal la frecuencia de este tipo de catástrofes que incluso han llegado a acomodarse como una forma de vida. Para el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC), el ya desmesurado calentamiento global del planeta conllevará desastres “naturales” incluso más aniquiladores. ¿Cuántas hecatombes más hacen falta para que el ser humano cambie, de una vez, sus conductas egoístas en torno al cambio climático? Como ya adelantó Albert Einstein, el hombre insiste en tropezar, una y otra vez, con la misma piedra.— Antonio Vázquez Campos. Barcelona.
Veo una fotografía en EL PAÍS que muestra un paisaje desolado. Lo que antes era una ciudad ahora es una escombrera. La catástrofe la ha causado un fenómeno natural, un tifón de enormes proporciones. Esta vez ha sido en Filipinas.
¿Ha sido solo el tifón el causante de tanta destrucción? En medio del caos veo algunas construcciones que han resistido, veo una iglesia que parece casi intacta; está hecha con materiales sólidos: cemento, vigas, ladrillos. ¿De qué están hechas las viviendas destruidas? Son las casas de los pobres y las fabrican con materiales baratos: maderas y bambú; y sus techos son de ramas de palma. No solo es el ciclón la causa —las casas de ladrillo resisten— es la pobreza, la desigualdad del sistema que condena a la miseria a millones de personas en todo el mundo, la principal causa de tantas muertes y tanto dolor. Y por si esto fuera poco además está el calentamiento global, causado en gran parte por las emisiones producidas en los países industrializados, que hace que la naturaleza se muestre más brutal que nunca. Y al final pagan el pato los de siempre: los pobres.— Pepa Martínez Nieto. Madrid.
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