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Columna
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No hay otra

La justicia no entiende de razones populares, no es un referéndum

Elvira Lindo

Esto es lo que pasa cuando se pergeñan apaños en la ley para responder a un clamor popular de justicia. El clamor popular es legítimo. Lo que uno desea, aunque no le unan con la víctima lazos de amistad o familiares, es que el culpable pague. El familiar de una víctima del terrorismo lo expresaba ayer de esta manera: “que se pudra en la cárcel como se están pudriendo sus víctimas”. Aun entendiendo las indiscutibles razones sentimentales que llevan a pronunciarse así, siente una un escalofrío al escucharlo: en primer lugar, por el muerto. Preferimos imaginar que no se trata de un proceso de putrefacción el que se apodera de nuestros seres queridos sino de la manera en que la naturaleza actúa sobre cualquier cuerpo para integrarlo en su ser. Pero el verbo, pudrirse, tampoco cuadra con la justicia que debe ejercerse en un país democrático. Es un verbo que nos llena la boca cuando nos referimos al destino que merecen quienes cometieron asesinatos, unos por razones “políticas”, otros por “perturbación mental”; en cualquier caso, por tener anulado el resorte de la empatía y la compasión, que es lo que hace humano a un ser humano.

Nadie desea que no se haga justicia con los muertos, menos con sus familiares, pero hace tiempo que sabemos que no podemos aplaudir a Europa cuando nos da la razón y abominar de ella cuando nos la quita. La justicia no entiende de razones populares, no es un referéndum. Y el hecho de que sea para todos igual la convierte en ocasiones en humanamente injusta, pero necesaria.

Es otra maquinaria la que ahora hay que activar, la de la reparación social con las víctimas, en la que deberíamos estar todos sin exclusión. E intentar, no sé de qué manera, que la excarcelación de un asesino no se convierta en una fiesta. Hay que evitar el recochineo, al insulto, la humillación. Y hay que acatar la ley. No hay otra.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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