La herida
Pienso que la cultura se defiende más y mejor por la vía de lo concreto

Imposible tener una opinión sobre todo un sector cultural. La galardonada con el Nobel de Literatura, Alice Munro, cuenta que tuvo que luchar durante años contra la extendida idea en los círculos académicos de que en Canadá no se producía buena ficción. Ella rompió el maleficio. Aquí, esos políticos que de una forma u otra influyen en la salud de la cultura (aunque poco se les vea por salas de cine o teatro) no se reprimen a la hora de reproducir ese lugar común que ya huele: el cine español no mola. Un ciudadano sin responsabilidades tiene derecho a divulgar ese tópico, allá él, pero una persona de la que depende en cierta medida la supervivencia de una industria, no. No lo tiene.
Leí la carta que dirigió al ministro Montoro la Academia de Cine. Para qué. Tampoco se defiende el cine desde una posición granítica, como si todo respondiera a una opinión compacta. ¿Sentir un orgullo general por producciones tan dispares? Imposible. Es como ser escritor y sentir orgullo por la literatura contemporánea española. Pienso que la cultura se defiende más y mejor por la vía de lo concreto. Divulgando y contagiando nuestro entusiasmo por aquellas obras que nos han emocionado o sacudido. Esa es la manera de defender la cultura, pieza por pieza.
Y puesta a ello, les recomiendo, si es que les gusta ver en pantalla algo más que desmesura y acción, una película que narra un momento en la vida de una chica con trastorno de personalidad. Hablo de La herida, de Fernando Franco, y de su actriz, Marián Álvarez, a la que no van a olvidar después de observar en primer plano su temblor y su padecimiento. Lo que se cuenta es tan sutil que consigue que el espectador complete lo que solo se apunta. Después de verla escribí a una amiga: “Me he acordado mucho de ti”. Por vez primera tuve la sensación de comprender la dimensión de su herida.
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