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PERSONAJE

Cumberbatch, el doble de Julian Assange

Heredero británico de una dinastía de actores. Curtido en las tablas de las pequeñas compañías teatrales londinenses Benedict Cumberbatch es el hombre de moda en Hollywood con seis películas por estrenar. En una de ellas da vida al fundador de Wikileaks

Toni García
El actor, caracterizado de Julian Assange.
El actor, caracterizado de Julian Assange.LUKE MACGREGOR (REUTERS)

Empezó sin hacer mucho ruido. Como si no quisiera llamar la atención. Pequeños papeles aquí y allí, algunos escenarios, un montón de Shakespeare, mucha televisión. En realidad, un currículo no muy distinto del de cualquier actor inglés tratando de vivir de la actuación: picando piedra en alguna pequeña compañía mientras el mundo decide si tienes lo que hay que tener para pasar a formar parte de ese pequeño círculo de intérpretes afortunados que pueden aspirar a algo más. Un actor, hijo de actores (Timothy Carlton y Wanda Ventham), educado en escuelas privadas, enamorado de los teatros y piedra rosetta de una generación que incluye a figuras como Tom Hardy o James McAvoy. “No lo sé, la verdad es que no lo sé, una combinación de factores, la suerte y la insistencia. Ningún actor puede contarte la receta del éxito, solo puedes trabajar y esperar que tu trabajo hable por ti, eso es todo”.

Benedict Cumberbatch (Londres, 1976) se ha pasado la última década subiendo tan rápido en el universo cinematográfico que casi no le ha dado tiempo a darse cuenta de que ya no puede subir más: ha sido Stephen Hawking, el villano de Star Trek, Sherlock Holmes o Alan Rickman (en Los Simpson). Ha trabajado con Steven Spielberg, Peter Jackson, J. J. Abrams o Joe Wright, y ha aparecido en películas de 250 millones de euros y en otras que costaron nada (o casi nada) sin dejar nunca de crecer como actor, desde que en 2007 asombrara a los cinéfilos con su papel en Stuart: una vida al revés.

“Un periodista me dijo que tenía pinta de extraterrestre. Le di las gracias por aquello”

Cumberbatch es ahora el hombre de moda en Hollywood, con seis películas por estrenar, cinco más en producción, una serie de televisión memorable y un talento que exprime a través de un aspecto que combina el lado más felino del gentleman británico con un rostro lleno de interrogantes que parece regido por algún tipo de organismo superior.

“Un periodista me dijo una vez que tenía pinta de extraterrestre. No supe que decirle, así que le di las gracias”, cuenta Cumberbatch añadiendo una carcajada al final. El actor sostiene un gigantesco batido de color verde (“no sé muy bien qué hay dentro, solo que tiene zumo de naranja y un montón de hierbas”) y trata de sortear los restos de su desayuno para que el periodista pueda colocar la grabadora. Es la mañana siguiente a la première mundial de El quinto poder: dentro de Wikileaks, una película que cuenta la historia de Julian Assange y su descenso a los infiernos, y que tiene previsto su estreno en España el próximo 18 de octubre.

Es bien sabido que Assange ha cargado contra el filme, especialmente porque el autor del libro en que se basa, Daniel Domscheit-Berg, mantiene con el cofundador de Wikileaks una disputa que solo podría resolverse con un duelo al amanecer.

La historia de Julian Assange es harto conocida: hacker de primera, programador con fama de minucioso, periodista enfurecido. Cuando en 2006 fundó el portal de Internet Wikileaks, pocos pensaron que aquel hombre que podía (o no) ser australiano y tener (o no) 32 años desencadenaría la crisis diplomática más grande de la historia con la publicación de decenas de miles de documentos confidenciales que describían la –confusa– relación de Estados Unidos con sus aliados y otros que no lo eran tanto.

Julian Assange ha cargado contra el filme, basado en el libro de su ex mano derecha

En julio de 2010, la página de Assange daba a conocer más de 70.000 documen­­tos que aclaran el rol de los estadounidenses en la guerra de Afganistán, incluyendo el asesinato de civiles y el uso de dudosas tácticas de contraterrorismo. En noviembre de ese mismo año se destapaba el escándalo de los 250.000 cables del Departamento de Estado norteamericano con sus embajadas repartidas por todo el mundo, filtrados por Wikileaks y publicados por cinco medios internacionales, entre ellos EL PAÍS. Desde entonces, el líder de Wikileaks ha sido acusado de varios crímenes de naturaleza sexual en Suecia y ha acabado refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres. De allí solo podría sacarle la reducción de la presión que llega desde el otro lado del Atlántico, algo que difícilmente podría producirse.

“¿La pregunta más repetida? La gente me interroga por Assange y sobre si yo creo que es un ángel o un demonio, un héroe o un traidor. ¿Qué opino? Creo que esas preguntas no debo contestarlas yo, no acostumbro a juzgar a mis personajes. Lo que sí creo es que es alguien muy importante, alguien extremadamente relevante”. Cumberbatch contrae el rostro después de darle el primer trago largo a su batido de hierbas desconocidas, luego lo deja en la mesa y sonríe. “Digamos que el sabor es inesperadamente intenso: casi me explotan los oídos”. Viste una chaqueta gris de tweed y una camisa vaquera. Va peinado como el que acaba de salir de un partido de polo. En la sala, cuatro publicistas sumergidos en sus respectivos teléfonos acreditan el calado de la figura de Cumberbatch. La cita con El País Semanal se produce en un salón del hotel Ritz Carlton de Toronto, con puntualidad británica, a primera hora de la mañana. El actor aún no ha tenido que sufrir la lluvia de medios que sus representantes le tienen preparado para el día de hoy y que –probablemente– son la razón del batido de hierbas. “Salud en copa, tío”.

El actor Benedict Cumberbatch con Gary Oldman en ‘El topo’ (2011).
El actor Benedict Cumberbatch con Gary Oldman en ‘El topo’ (2011).ALBUM

Sin la melena blanca que luce en la película y recuperada su voz original, que a veces ha prestado a documentalistas, el británico es consciente de lo que se le viene encima y parece tener ensayadas todas las respuestas. “Recuerdo perfectamente la primera vez que oí hablar de Julian Assange: fue en 2010, aunque yo estaba más interesado en el mensaje que en el personaje. También me preocupaba que todo aquello que revelaba Wikileaks estuviera pasando en Afganistán. Recuerdo que hubo muchísima gente protestando en la calle por aquello. Fueron el mensaje y la fuente los que me sorprendieron. Si hablamos de la figura de Julian, pues debo decir que no fue hasta que acepté este papel cuando realmente conecté con él, y francamente, me alegro de ello, porque hay tanta información sobre Assange que hubiera sido como asesinar al personaje antes de empezar con él. Además, está el hecho de que todo lo que leías sobre él estaba influenciado, de un modo u otro, por la agenda del medio de comunicación donde aparecía esa información. Además, los medios tradicionales trataban de descalificarle porque él representaba la aparición de una nueva clase de periodismo que no estaba previsto. Con todo eso en mente, y con la dificultad de establecer una perspectiva clara, miré muchísimas horas de metraje en las que el propio Assange hablaba de Wikileaks y de sí mismo, y creo que eso fue lo más útil para hacerme una idea real del personaje, de quién era y de lo que representaba. Lo cierto es que cuando uno –como actor– se enfrenta a un tipo como Assange, la cantidad de información al alcance de la mano puede ser una arma de doble filo, y, de hecho, a mí me puso las cosas muy difíciles porque no sabía dónde empezar a buscar, había tantas piezas que encajar… Si le miras de cerca verás lo inteligente que es, es alguien realmente impresionante, muy bien documentado y con gran acceso a mil fuentes de información. Mientras intentaba procesar todo eso tenía que trabajar en esa forma tan particular que tiene de hablar, con esas eses suaves, y además, aprenderme el guion, aguantar un rodaje en cinco países distintos y tratar de hablar con él a través de amigos, aunque fuera por correo electrónico. ¿Qué como lo hice? Pues con una disciplina de trabajo muy rigurosa y una agenda planificada al milímetro… puedo decir que ha sido el rodaje más duro de mi carrera”.

“No opino sobre mis papeles, pero Assange es alguien muy importante y relevante”

Mientras que la crítica no ha logrado ponerse de acuerdo en si la película retrata con verosimilitud la complicada historia de la página web de filtraciones más famosa de la historia, en lo que sí han coincidido todos (crítica y público) los que ya han visto la película es que Cumberbatch consigue un Assange que se parece de modo escalofriante al original: un tipo poliédrico, movido por una –demoledora– combinación de ego y conocimiento, cuya cruzada ha quedado en pausa. “Sí, por supuesto que siento más responsabilidad que normalmente. No es solo que él sea un personaje relevante (que lo es), sino que hay muchísima expectación para saber si hemos contado esta historia de una forma correcta. Lo que he intentado es tener un compromiso muy fuerte con mis compañeros de reparto y con mi director, Bill [Condom, director de la película]. Él ha sido el hombre que me ha puesto en el carril correcto cuando yo tenía dudas acerca de cómo seguir. Lo que quería, y espero haberlo conseguido, es dejar que el personaje respire a través de la interpretación, en lugar de intentar etiquetarlo de un modo u otro. Hablamos muchísimo entre tomas de las implicaciones del trabajo que estábamos haciendo, y creo que eso contribuye al equilibrio de la película”.

Sin embargo, a pesar del buen ambiente de trabajo que el actor describe, lo cierto es que algunos medios de comunicación hablaron de la mala relación que este mantenía con el realizador. “Eso es una estupidez, perdona por la expresión. Bill y yo mantuvimos una relación magnífica durante todo el proceso, y, de hecho, si no hubiera sido por esa colaboración diaria con la que tratamos de construir la trama, no habría película. Y lo mismo digo de Daniel [Brühl], un actor maravilloso, absolutamente magnífico y nada egoísta”.

Con Assange calificando el filme de “propaganda al servicio de la mentira” y la película a punto de estreno en todo el mun­­do, a Cumberbatch, uno de esos tipos que se meten hasta la cocina de cualquier personaje, se le presenta otro problema: “Cuando salí de El quinto poder me fui a rodar Sherlock, y en varias ocasiones me vi hablando con las malditas eses suaves [risas]. Era un reflejo involuntario, pero después de haberme pasado tantos meses con el personaje era algo inevitable. Lo que pasa es que, cuando me ponía a hablar así, metido en el personaje de Sherlock Holmes, parecía como si me hubiera tomado un tranquilizante para caballos. Fue complicado, bromas aparte, librarme de él, sobre todo porque yo no quería quedarme en los titulares, quería cavar a fondo. Así que fue muy complicado empatizar con él y luego dejarle a un lado para volver a mi vida normal. Lo que he aprendido de este personaje, especialmente a un nivel sociopolítico, y del funcionamiento de las democracias es algo muy valioso: lo que he aprendido del periodismo, del cuarto poder, de su complejidad, de la valía del periodismo ciudadano…”.

“Con esta película he aprendido el valor del cuarto poder, el periodismo”

Y prosigue Cumberbatch: “Por supuesto que cambió muchas cosas: él abrió la puerta, y mucha gente le ha seguido. Cambió la percepción que tenemos de la información y cómo esta se produce y distribuye. Creo que ayudó a la gente a darse cuenta de que era posible reconstruir la democracia. Y en cuanto al periodismo, tú eres periodista, tú sabes que el periodismo se basa en la necesidad de generar contenidos que, sin embargo, no están regidos siempre por el mismo criterio: puedes presentar esta pieza sobre mí a tu jefe y que este te diga: ‘No, así no’. No sé si me explico, es algo muy complejo. Coge simplemente el espionaje masivo que se ha producido sobre nuestras comunicaciones, seguramente en nombre de una buena causa. Lo que sabemos en realidad es que a costa de nuestra libertad y nuestros derechos civiles intentamos combatir a los enemigos que quieren acabar precisamente con eso. Es un asunto terrible: nadie puede decirte cómo y dónde nos están espiando… es complicado”. Sobre su agenda futura, con el espesor de un listín telefónico, el británico tiene pocos comentarios que añadir: “Es un poco abrumador, pero este es el trabajo que he escogido. ¿Cómo me sienta tener tres títulos en el Festival de Toronto? Pues es algo bastante desconcertante, pero me gusta ver que son tres personajes absolutamente diferentes en películas distintas”. El trío ganador lo componen Agosto, 12 años de esclavitud y la citada El quinto poder. Para las dos primeras suenan los violines de los Oscar; para la tercera, los cantos de sirena que llegan desde la taquilla. Tres películas en uno de los festivales más grandes del mundo para un actor de apellido imposible.

Pero Cumberbatch sabe que no solo de cine vive el hombre, y, por eso, en 2010, cuando pocos le conocían lo suficiente como para saber con quién trataban, se alistó en Sherlock. La serie, una revisión en clave contemporánea del detective más famoso de la historia, podía haberse estrellado antes de empezar, pero la envergadura dramática de su protagonista destrozó a los agoreros y estableció el anhelado estatus de serie de culto para un producto que se asoma ya a su tercera temporada, después de que la segunda entrega acabara con un cliffhanger que hubiera asustado al mismísimo Dickens.

El show, popular a ambos lados del Atlántico, solo ha sido el último clavo en una escalera que parece no tener fin y que contempla todas las disciplinas habidas y por haber. “Para mí no hay demasiada diferencia. El teatro es más inmediato, la televisión es más veloz (al menos en el proceso), y el cine, más grande, aunque no siempre. Al final, todo se reduce a mi trabajo como actor, a ese cuadrilátero de intimidad que se produce con tus colegas y con tu director. Esa es la clave”.

“A costa de nuestra libertad intentamos combatir a los que quieren acabar con ella”

“La tercera temporada va a salir en el Reino Unido entre finales de diciembre y principios de enero del año que viene, esa es la información que tengo. ¿Que si vamos a poder explicar el final de la segunda temporada? [risas]. Ya lo verás, solo puedo decirte que creo que la espera va a valer la pena. La temporada es en realidad una reunificación, y eso va a tener un peso muy grande en la trama. Además, llega un personaje muy importante, el de la mujer de Watson, Mary, y un nuevo villano, maravilloso: Charles Augustus Magnussen, que interpreta Lars Mikkelsen. Créeme, es la mejor temporada de todas”, dice este tipo de Londres con esa cara de saber mucho más de lo que en realidad cuenta.

Con esa señal del publicista que significa ‘última pregunta’, el encuentro con Cumberbatch llega a su fin. Le traen otro batido (“lo mismo, ya le voy cogiendo el gusto”, ironiza), y un nuevo periodista asoma por la puerta. “¿Lo peor de mi profesión? La prensa, obviamente”, dice mientras estrecha la mano con una sonrisa de oreja a oreja. “No escribas eso, eh?”.

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