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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sabia rendición

Renunciar a la carrera olímpica evita un riesgo innecesario a un país aún golpeado por la crisis

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que recibió el testigo de la apuesta olímpica de manos de Alberto Ruiz-Gallardón y nunca fue una gran entusiasta de la idea, ha renunciado a presentar la cuarta candidatura consecutiva de la capital. La regidora apenas si ha consumido una semana en tomar una decisión que, después de tres derrotas, se presenta como la alternativa más sensata. Lo de menos es en qué medida pueda afectar a Botella tal decisión en términos electorales —está por ver quién será cabeza de cartel en las elecciones municipales de 2015— o incluso a su partido, el PP, también afectado por el fiasco de Buenos Aires. La verdadera cuestión es si Madrid, en su situación actual, puede y debe seguir persiguiendo lo que ahora, más que nunca, se presenta como una quimera.

Ana Botella recibió de su antecesor el testigo olímpico, pero también un endeudamiento —el mayor de los municipios españoles— que estrangula su gestión. Madrid comparte con el resto del país un deprimido estado de ánimo debido a la situación económica y laboral. Después de cinco años de dura crisis y un desempleo desbocado, la organización de los Juegos Olímpicos de 2020 habría supuesto un balón de oxígeno. Era una oportunidad interesante para revertir la tendencia negativa y, posiblemente, animar la actividad. En tal sentido, la contagiosa ilusión por lograrlo —tras conseguir meses atrás la mejor puntuación de los expertos del Comité Olímpico Internacional— logró durante unas semanas unir a un país castigado por la recesión. Unión que se ha resquebrajado tras el fracaso.

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El Comité Olímpico Español (COE) prepara un informe sobre las razones de la derrota olímpica, quizá achacables a la situación económica, a una propuesta de Juegos “austeros” que el COI ha despachado sin miramientos y a la endeble y discutida durante años persecución del dopaje en España. Pero concurrir una cuarta vez se vislumbra como una apuesta arriesgada que resulta, además, demasiado cara. Enjugar la deuda y gestionar la salida de la crisis debería ser la prioridad de Ana Botella, pero también la de todos los políticos españoles en activo. Desviar la atención hacia objetivos intangibles no ayuda ni a la política —ya suficientemente desprestigiada— ni a los administrados.

La derrota de Buenos Aires el sábado pasado es, sin duda, un serio revés para el deporte español, ya muy castigado por los recortes. Este Gobierno, el mismo que culpó a la política exterior de Zapatero de las anteriores derrotas olímpicas, y el que ahora defendía Madrid 2020, ha reducido drásticamente las subvenciones, y sin el horizonte olímpico el futuro es aún más inquietante para los deportistas. De la misma manera, se impone una revisión de los papeles jugados por el COE y su presidente, Alejandro Blanco, y los poderes políticos, incapaces de aunar fuerzas.

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