El veredicto de Manning
El Gobierno de EE UU debería hacer algo respecto a su adicción al secreto
Acechando tras las sentencias del tribunal militar que ha condenado al soldado Bradley Manning por cargos que incluyen múltiples infracciones de la Ley de Espionaje se encuentra un aparato de seguridad nacional que se ha convertido en un vasto —y en gran medida incontrolado— ejercicio de secretismo gubernamental y en la desmedida persecución de quienes lo quebrantan.
El soldado Manning, analista de inteligencia de 25 años de edad que sirvió en Irak, fue arrestado en 2010 bajo la acusación de pasar a Wikileaks 700.000 documentos, la mayor filtración de información militar en la historia de EE UU. (...)
La juez que vio el caso, la coronel Denise Lind, tuvo el acierto de absolver a Manning de la acusación más grave —la de “ayudar al enemigo”, en este caso Al Qaeda— al descargar los documentos en Internet. (...) La ayuda al enemigo se sanciona con la muerte. Una condena bajo esta ley sin que al menos se haya producido un intento de comunicarse con el enemigo habría tenido estremecedoras implicaciones para la libertad de expresión, particularmente en la era de Internet. (...) Es muy razonable que a los periodistas de investigación les preocupe que las actuaciones judiciales les priven de acceder a fuentes de información decisivas. (...)
El soldado Manning todavía se enfrenta al equivalente de varias sentencias a perpetuidad por los diversos cargos de espionaje relativos a la revelación de información clasificada. El Gobierno debería darse por satisfecho con una sentencia más moderada y, después, hacer algo respecto a su adicción al secreto.
Nueva York, 30 de julio
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