‘Helly’ también era uno de los suyos
El millonario galerista neoyorquino Hillel Nahmad está envuelto en una mafia de timbas clandestinas que podría tocar a la clase política y que ha lavado millones en cuentas de Chipre El fiscal pide 90 años de cárcel. Su abogado es el mismo que el de Strauss-Kahn
Hasta ahora, a Hillel Nahmad le acompañaban en los titulares los nombres del rapero Jay-Z, con quien se saludaba en las gradas de los partidos del Knicks; de modelos como Gisele Bundchen, con quien fue fotografiado mientras mantenía una íntima conversación en la fiesta de Vogue en París —y a quien decía que había presentado a su amigo el actor Leonardo DiCaprio—, o el ángel de Victoria’s Secret, la también brasileña Ana Beatriz Barros, su novia una temporada.
Sin embargo, el pasado 16 de abril este multimillonario playboy, vástago de una de las dinastías más poderosas del mercado del arte, con querencia por las celebrities, los Rolls-Royce y el póquer, cayó en un reparto que parece sacado de un reality de Los Soprano e incluye, entre otros, a Joseph (Joe el Martillo) Mancuso, Stan (Slava) Greenberg, Noah (El oráculo) Siegel y Molly (Princesa del póquer) Bloom. Hillel y compañía forman parte del grupo de 34 encausados por la fiscalía de Nueva York en una turbia trama de apuestas ilegales por Internet y multimillonarias timbas clandestinas que ha lavado 100 millones de dólares, desviando fondos a cuentas fantasma en Chipre.
En la cúspide de la pirámide, según la acusación, se encuentra el mafioso Alimzhan Tokhtakhounov, uno de los fugitivos más buscados. Los cargos que pesan contra Nahmad en esta macrooperación contra la mafia rusa coordinada por la Unidad de Crimen Organizado Euroasiático del FBI incluyen, además del blanqueo de capital y la organización de partidas clandestinas, la financiación de la operación internacional de apuestas —mediante la transferencia de más de un millón de dólares de la cuenta suiza de su padre, David— y el fraude por la venta de un cuadro por 300.000 dólares valorado en 50.000. La fiscalía pide 90 años de prisión, que su abogado, Ben Brafman —el mismo que defendió a Strauss-Kahn—, intentará rebatir.
Otros imputados están acusados de intimidación y violencia para reclamar pagos, y no se descarta que según avance el caso trasciendan los nombres de personalidades públicas que participaron en las millonarias partidas. De momento, Marc Lasry, candidato a ocupar el puesto de embajador de EE UU en Francia, ha tenido que retirarse por jugar en las timbas.
La familia posee una apabulllante cantidad de obra en la zona franca del aeropuerto de Ginebra
Mientras los agentes registraban la Galería Helly Nahmad, situada en los bajos del legendario hotel Carlyle, sinónimo del lujo y exclusividad en Madison Avenue, el heredero comparecía ante las autoridades en Los Ángeles, donde le sorprendió la redada. Su padre, desde Londres, declaraba a Forbes —la revista que le ha señalado como el hombre más rico de Mónaco y ha estimado su fortuna el pasado marzo en 1.750 millones de dólares— que no sabía nada.
Originaria de Alepo, la familia Nahmad dejó Siria en los años cuarenta para establecerse en Beirut y después en Milán. Fue allí donde los tres hermanos —Giuseppe, David y Ezra—, hijos de un banquero, entraron en el mundo del arte. Desde el principio se concentraron en las obras de finales del XIX hasta mediados del XX, y mostraron gran interés por Picasso, Miró y Dalí (invitado de honor a la apertura de la galería de David en el Carlyle, la que cedió a su hijo). Agresivos en sus compras, los Nahmad realizan la mayor parte de sus transacciones en subastas.
Pero quizá el rasgo más distintivo de la familia es la apabullante cantidad de obra que almacenan en naves en la zona franca del aeropuerto de Ginebra. Se estima que el número de piezas allí guardadas supera las 3.000, centenares de Picasso (solo la familia del pintor malagueño tiene más obra privada que los Nahmad). “Son como una gran firma de brókeres, el mercado necesita una fuerza así”, declaraba en 2007 el galerista Jeffrey Deitch a Forbes. ¿Los Nahmad tienen colección o un imponente inventario?, se preguntan algunos. Para despejar dudas, mostraron cerca de 300 en 2011 en el Kunsthaus de Zúrich.
La afición al juego y ciertos gustos extravagantes no son algo nuevo en esta familia, cuya presencia en las casas de subastas nunca pasa desapercibida. Giuseppe, fallecido hace unos meses, vivió en Marbella, Montecarlo y París, y tenía debilidad por los Ferrari y las bellezas como Rita Hayworth. David ganó el campeonato mundial de backgammon en 1996 e invierte en el mercado de divisas, pero siempre con un perfil público bajo. Sociable, entretenido y capaz de hablar siete idiomas, entre los clientes y amigos de David se contaba el barón Thyssen, que adquirió, entre otras cosas, un Picasso. La competencia del hijo hacia el padre, las ganas de demostrar, son uno de los motivos a los que en privado muchos aluden para intentar explicar esta caída de Helly. “A mi hijo le gusta mucho la publicidad. A mí no”, ha declarado David en más de una ocasión. También se especula con que las deudas de juego estén detrás de su implicación en la mafia. Pero el silencio al respecto es la línea dominante en el mundo del arte.
Expulsado de la selecta escuela Dalton del Upper East Side, Hillel tampoco acabó un curso de arte en Christie’s. Fanfarrón y con fama de arrogante, en 10 años logró comprar entera la planta 51ª de la Torre Trump de la Quinta Avenida. A Helly le ha gustado siempre pasear por la ciudad en un Rolls-Royce y sus juergas en Nueva York pasaban por Cipriani y el club Provocateur. Este jueves, a pesar de haber tenido que entregar sus pasaportes (estadounidense, brasileño e italiano), se le veía desde la sala central de su galería dentro de un despacho acristalado con los pies encima del escritorio, hablando por teléfono y cerrando una venta.En las salas desiertas de su galería, con la voz grave del acusado al fondo, colgaban una litografía de Picasso, tres piezas de Calder, dos mirós y un pequeño rothko. Todo indicaba que habrá que hacer negocios hasta el juicio, en el verano de 2014.
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