Crisis de régimen
En Europa entra en quiebra el sistema de participación de unas democracias disfuncionales
¿Hasta dónde está llegando la crisis? ¿Es ya una crisis de régimen? La crisis social ya está aquí y arrastra la crisis política, que se traduce por de pronto en el ascenso de nuevas fuerzas, frecuentemente más extremistas y populistas, y a medio plazo en propuestas de cambios drásticos en las reglas de juego.
Estas son preguntas y observaciones que empiezan a tener sentido en un buen puñado de países en los que se acumulan los ingredientes para una explosión social e incluso política: desempleo insoportable, recortes salariales, pérdida de derechos sociales, pobreza creciente, escándalos de corrupción e incapacidad de partidos y gobiernos para ofrecer un mínimo horizonte. A la vez, entra en quiebra el sistema de participación de unas democracias disfuncionales en las que los ciudadanos no cuentan en las decisiones que más les afectan. Es una ironía, amarga aunque estimulante, que desde Cataluña se reivindique el derecho a decidir en el preciso momento en que nada pueden decidir los ciudadanos europeos sobre cualquier cosa que les concierna.
La crisis desborda a cada uno de los países y es europea. Así la identifica el ministro francés Arnaud de Montebourg en unas declaraciones a Le Monde: “Si hay crisis de régimen es en el ámbito de la Unión Europea, donde no hay debate democrático alguno sobre las causas y las consecuencias de esta política de austeridad que nos está arrastrando a una espiral recesiva”. Su idea de crisis vale también para su país, donde el presidente Hollande, su Gobierno y la oposición conservadora se hallan bajo mínimos, y solo el Frente Nacional se relame los labios ante el estado de confusión de la opinión pública: “Hay crisis de régimen cuando el sistema institucional es incapaz de responder a la pérdida de confianza”.
Si también Francia entrara en una crisis de su actual régimen político, Montebourg tiene la fórmula de sustitución, en la que el presidente se limitaría a ejercer como árbitro, como en Italia o Portugal, y se pasaría del actual presidencialismo a una democracia parlamentaria. Montebourg encabeza desde 2001 un grupo de reflexión denominado Convención para la VI República, pero de momento solo se fija en la austeridad europea y rechaza en cambio que Francia se enfrente a una crisis de régimen: “No estamos todavía en esta situación, porque las decisiones que el Gobierno va a tomar servirán para restablecer la confianza”. Nada distinto a lo que dice Mariano Rajoy, aunque al presidente español ni siquiera le pasan por la cabeza ideas de cambio de régimen.
Lo peor de este tipo de cambios es que no esperan a los dubitativos ni a los perezosos. Si nadie se atreve a conducir las transformaciones políticas por las buenas de un reformismo sensato, con sus pactos y sus consensos renovados, suelen llegar igualmente, aunque por las bravas del rupturismo y del estropicio institucional.
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