Intrigas papales
He leído el artículo de Juan G. Bedoya del domingo 10 de marzo, y quiero aprovechar la ocasión para darle mi enhorabuena. Dice que entre todos los papas de la historia han sido muchos los infames –solo hay que leer la extensa documentación histórica existente al respecto–, y yo pienso a la misma vez que pregunto: ¿es que el papa no es un ser humano con virtudes y defectos al igual que el resto de las personas? Desde mi punto de vista, y respetando a todas las personas que son creyentes, considero que el reto de las diferentes iglesias y religiones de este mundo es intentar predicar sin el respaldo de la divinidad. Imagino que si utilizáramos con más frecuencia el sentido común y la razón, todo lo relacionado con la espiritualidad predicada no desplazaría tantas almas crédulas en peregrinación. La realidad contrastada es que hasta hoy no existe ninguna prueba sensitiva de la existencia de seres supremos ni de santísimas trinidades. Y los evangelizadores, durante ‘Dos mil años de intrigas’, nos han dicho lo mismo… hijo mío, es cuestión de fe.
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