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EXTRA MODA

De charla con Jorge Lorenzo

Más tranquilo y reflexivo que cuando empezó, siendo adolescente, su carrera profesional, el piloto balear ha madurado y mejorado su imagen. Desde lo más alto, ahora mira ambicioso al futuro.

Álvaro Corcuera
El doble campeón del mundo de MotoGP aguarda el inicio del campeonato 2013.
El doble campeón del mundo de MotoGP aguarda el inicio del campeonato 2013.James Rajotte

No hay tiempo para casi nada en la vida de Jorge Lorenzo (Palma de Mallorca, 1987). Su existencia transcurre a toda prisa desde que debutó como profesional hace una década, cuando tenía 15 años. A 300 kilómetros por hora, a veces reales y a veces metafóricos, este chico cabalga como un pequeño jinete en un viaje que de momento no tiene fin, quemando rueda de país en país, de evento en evento, de carrera en carrera, sorteando una curva tras otra, volteando su cuerpo y su moto de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, acelerando, frenando, apurando distancias y tiempos, tratando de hacer lo que sabe lo mejor posible y lo más rápido, cruzando líneas de meta victorioso. El año pasado, el de su segundo cetro mundial en ­MotoGP, Lorenzo ganó 6 carreras y quedó segundo en 10, de un total de 18 circuitos en los que se disputó el campeonato. Esa regularidad le hizo imponerse a otro español, Dani Pedrosa, que si bien realizó una segunda mitad de Mundial muy buena, no estuvo a la altura de Jorge en la primera y acabó pagándolo.

Lorenzo es el primer español que consigue ser bicampeón de la máxima categoría del motociclismo (además de en 2012, ya lo fue en 2010). En realidad, solo Álex Crivillé había conseguido ganar un Mundial para nuestro país, en 1999. Eso en toda la historia, que en motociclismo comenzó en 1949. La cilindrada reina era, hasta ahora, territorio italiano, estadounidense, británico y australiano. Otro escalón superado con nota para el deporte español.

Último viernes de febrero en Madrid. Como si de una vuelta cronometrada se tratara, el piloto balear aparece con el tiempo milimetrado en un estudio cercano a la avenida de América de la capital de España. Le esperan dos sesiones de retratos, una para la marca italiana de relojes Sector No Limits, que le patrocinará este año, y otra con El País Semanal. El lugar parece escogido a propósito para recibir a un grande de las motos, un antiguo taller mecánico reconvertido en moderno espacio fotográfico. A los fotógrafos, ayudantes, estilistas, maquilladores, representantes de la marca de relojes y otras muchas personas más que, sinceramente, no se sabe muy bien cuál es su papel dentro de la película, se les une el séquito de Lorenzo, unos siete u ocho chicos que supervisarán cada detalle que suceda, mimando al piloto de oro.

Cuando este cruza la puerta, las miradas de una treintena de personas se clavan en él. Saluda amable, sonriente, con un punto de timidez, o de distancia, quién sabe. Aparentemente no parece alguien endiosado, sino una persona que ha aprendido que la prudencia es básica. Él mismo así lo reconocerá después, cuando trace una línea muy clara entre quién es él dentro de una pista de motociclismo, agresivo y letal, y quién es fuera, tranquilo y, sobre todo, reflexivo.

Será complicado no rozar con Valentino Rossi. Somos muy competitivos, aunque también somos más maduros”

De un tiempo a esta parte, Jorge Lorenzo se ha dado cuenta de que ha de pensarse dos veces lo que dice para no caer en errores del pasado que le hicieron daño –declaraciones salidas de tono, aspavientos durante y después de las carreras, malas relaciones con otros pilotos…– y que ahora trata de cuidar. Su nuevo representante, Albert Valera, amigo personal y desde el pasado junio su aliado, explica: “Una de nuestras misiones es mejorar la imagen que tenía, lavar su cara. Creo que lo estamos consiguiendo”. Mientras, Jorge duda entre salir con una cazadora verde u otra negra en las fotografías, y pide opinión a sus compañeros de viaje. Finalmente optará por retratarse con las dos, con las mangas remangadas para que se vea, perfecto, el reloj.

Entre foto y foto, en los pocos minutos que le dejan para respirar, Lorenzo irá malcomiendo un plato de pasta a toda prisa, al tiempo que analiza lo que se le viene encima a partir del 7 de abril en Catar, cuando empiece el nuevo campeonato: “En 2013, sin duda Honda y Yamaha somos los favoritos otra vez. Son las marcas que continuarán dominando, porque Ducati sigue en dificultades, aunque en el futuro mejorarán con la entrada de Audi. Pero, como te digo, pienso que Valentino [Rossi] y yo en Yamaha, y Dani [Pedrosa] y Marc [Márquez] en Honda somos los aspirantes a este Mundial de MotoGP”. Curiosamente, Lorenzo pudo haberse cambiado de bando para esta temporada, de Yamaha a Honda, pero al final decidió quedarse donde estaba: “Eran ofertas muy parejas. Opté por Yamaha por las relaciones personales. En su momento, Lin Jarvis (director del equipo) apostó muy fuerte por mí. Me sentía en deuda con él por todo lo que empujó en su día para que yo siguiera en Yamaha”.

La entrevista será breve, casi a trompicones por exigencias del guion, algo típico en este tipo de montajes. Sin embargo, el encuentro será suficiente para saborear sus sensaciones de cara al futuro, para compartir un pequeño momento de su apresurado presente y para comprobar que el pasado, que pasado está, no fue siempre agradable, aunque su entorno insista en que está superado.

Siempre atento en la pista, también lo está fuera: Lorenzo interrumpe brevemente la conversación con El País Semanal para llamar la atención a un cámara que está rodando el making off de la sesión de fotografías, y que capta al piloto con una bebida isotónica: “No se puede grabar esto”, le indica. Y es que él tiene un acuerdo con otra marca de la competencia. “Intento estar concentrado en todo y cuidar a mis patrocinadores; si no, podrían romper los contratos”, indica serio. En este mundo y a este nivel hay mucho dinero en juego: “A los que nos va muy bien en el circuito, nos va realmente muy bien. Es una suerte”.

En la temporada que está cerca de comenzar también deberá fijarse en lo que suceda en su equipo. Deberá estar pendiente de Valentino Rossi, nueve veces campeón del mundo (siete en la máxima categoría), que vuelve a Yamaha tras dos años decepcionantes en Ducati. El español compartirá garaje con el que ya fuera su compañero de equipo en 2008 y 2009, años de turbulencias entre ambos. Tanto que incluso había un muro que partía físicamente en dos el taller de Yamaha: “Lo del muro es muy mediático, pero para mí no tuvo importancia. Si quieres espiar al otro piloto es muy fácil hacerlo”, rememora, al tiempo que aclara: “Este año no existirá el muro. No sé por qué se hizo en su momento ni quién decidió hacerlo. Hay quien dice que fueron Michelin y Bridgestone (las marcas de neumáticos), que tenían una gran competencia entre sí. Otros dicen que fue Yamaha. Y otros, que fue Valentino… No lo sé y no me importa”.

A los que nos va muy bien en el circuito, nos va realmente bien económicamente. Es una suerte”

En muchos trabajos, juntar a dos personas que han chocado entre sí considerablemente en el pasado no sería la mejor de las ideas. Pero en el motociclismo todo es posible, y las segundas partes, por qué no, pueden ser buenas: “La vuelta de Valentino a Yamaha es lógica para la marca. Él tiene muchos fans y un nivel de pilotaje extraordinario. Lo ha demostrado en los últimos entrenamientos en Sepang (Malasia), quedándose a tan solo una décima de mi tiempo, que no es nada. Rossi tiene algo especial, es un piloto con nueve títulos y más de cien victorias. Eso no se logra por casualidad. Es un rival dificilísimo, quizá el más difícil para tener como compañero. Su llegada se puede interpretar de dos maneras. Si lo ves de forma negativa y crees que es una amenaza, te puedes poner nervioso. Sin embargo, yo soy positivo: el hecho de que llegue a Yamaha es la oportunidad de llevar la misma moto que uno de los más grandes de la historia, de poder batirle con las mismas armas”, analiza.

De momento, predominan las sonrisas en las imágenes que han trascendido de ambos en pretemporada. Sin embargo, Lorenzo matiza: “Es bueno no tener fricciones y remar en la misma dirección, pero va a ser complicado porque somos dos pilotos muy competitivos y, sobre todo en pista, es imposible no tener roces. Pero también somos más maduros. Sobre todo yo. Cuando llegué a MotoGP tenía 20 años, era prácticamente un niño. Ahora vemos las cosas de diferente manera. Entendemos más al rival”.

La historia personal de Jorge Lorenzo es la de un piloto brillante y precoz, subido en una moto desde los 3 años, profesional desde los 15, campeón mundial por primera vez a los 19. Una trayectoria ascendente marcada por la ambición, el trabajo duro y también, a veces, por la inseguridad. “Creo que he hecho un viaje contrario al de otras estrellas. Pienso que me he vuelto más humilde y tranquilo. Interiormente nunca me creí superior a nadie. Pero sí creo que antes no sabía demostrarlo. Pienso que daba muestras de excesiva fortaleza que no se correspondían con la realidad. En verdad, mi actitud no hacía sino tapar la inseguridad que sentía como adolescente. Y eso es perjudicial como profesional”, asegura.

Su padre, José Manuel Lorenzo, le metió en vena su pasión por las motocicletas. “Él siempre me inculcó la disciplina. Quería que entrenase mucho. Tenía la visión de que yo podía ser campeón. Entrenaba muchísimas horas. Evidentemente, cuando eres niño te apetece jugar, hacer otras cosas. Pero no me hartaba, casi siempre disfrutaba. Tenía la suerte de que mi padre invertía todo lo que ganaba en mí. Tenía 10 o 12 motos diferentes. Durante 10 años, él tuvo una pista de minimotos y de karts en un aquapark. Allí pasé mi infancia, en el circuito o tirándome por los toboganes. Era divertido. Quizá he jugado menos horas que un niño normal, pero ahora esos niños normales igual tienen trabajos más corrientes que el que yo tengo la suerte de disfrutar”, resume Jorge.

“Cuando murió Simoncelli, me cuestioné seguir en las motos. Pero al final… competir es lo que mejor sé hacer en la vida”

Con 15 años se convirtió en el piloto más joven en debutar en un Mundial, el de 125cc. Durante varios cursos, a Jorge le seguía y aconsejaba su padre, además de su representante de entonces, Daniel Amatriain. Sin embargo, las malas relaciones entre ambos obligaron a aquel adolescente a decantarse por uno de los dos, optando por Amatriain y dejando de lado a su padre. A pesar de esa situación familiar complicada, el piloto mantuvo la concentración, y a los 19 años primero y a los 20 después se convirtió en doble campeón del mundo de 250cc, antes de dar el salto, en 2008 y con Yamaha, a la categoría reina: MotoGP.

Jorge Lorenzo viste pantalón vaquero y jersey de Antony Morato, chaqueta de cuero verde de Emporio Armani y reloj de Sector No Limits (modelo 850).
Jorge Lorenzo viste pantalón vaquero y jersey de Antony Morato, chaqueta de cuero verde de Emporio Armani y reloj de Sector No Limits (modelo 850).James Rajotte

Como cuando se sube a su máquina, a Lorenzo le gusta mirar hacia delante. Por eso, cuando le preguntamos por su pasado, en concreto por sus representantes (Albert Valera es el tercero; antes tuvo a Amatriain primero y a Marcos Hirsch, el que fuera su preparador físico, después), desde su séquito nos llaman la atención al grito de “¡eso no toca!”. Pero él tampoco se achanta. Sobre el más ­reciente relevo: “Cambié a Marcos por Albert porque Marcos tiene 47 años y una familia formada, y quizá le faltaba la ­motivación por trabajar más horas, por conseguir más sponsors, algo para lo que Albert, con 29 años, quizá tenga más capacidad en este momento”. Entonces se pone más serio para hablar, sin mencionarlo, de Amatriain, el hombre gracias al que, reconoce, ganó dos mundiales, logró grandes equipos y buenos patrocinios, pero con el que terminó peleado e incluso amenazado. El que había sido ­su representante fue detenido por los ­Mossos de Esquadra acusado de amenazas no solo a Lorenzo, sino también a otros dos pupilos suyos: los hermanos Pol y Aleix Espargaró. A los tres, según se informó en ese momento, les reclamaba compensaciones económicas: “Si la relación se deteriora un poco, esto influye mucho a la hora de separar los caminos. Si se desequilibra lo personal y lo profesional, hay que cambiar de aires. Pero creo que es mejor no hablar del pasado. Es además un tema privado. Solo él sabe lo que le pasó…”.

Desde que llegó a la máxima élite del motociclismo, Lorenzo ha vivido buenos y malos momentos. Los mejores han sido sus dos campeonatos del mundo: “Lo que más me gusta es ganar, estar en lo más alto del podio. Pero también disfruto del día a día, del camino hacia ese éxito, por ejemplo, de las horas de gimnasio para estar más fuerte”. En el lado opuesto, los peores tragos fueron dos accidentes, separados entre sí por tan solo una semana, en octubre de 2011. El primero, el día 16, en Philip Island (Australia), donde una mala caída le seccionó una falange del dedo anular de su mano izquierda. El otro, el 23, en Sepang (Malasia), donde Lorenzo no estaba presente, pero donde murió, en un desafortunado accidente, el italiano Marco Simoncelli: “Me cuestioné seguir compitiendo, porque la salud es lo más importante. Cuando murió Marco y cuando perdí parte del dedo, me golpeó muy fuerte. Pero al final… competir es lo que mejor sé hacer en la vida. Cuando salgo a pista no pienso en el peligro, sino en ir lo más rápido posible. Me concentro en mejorar, no pienso que pueda pasarme algo grave. Soy joven y quiero seguir adelante”. Pura ambición por seguir escribiendo en la historia del motociclismo.

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Sobre la firma

Álvaro Corcuera
En EL PAÍS desde 2004. Hoy, jefe de sección de Deportes. Anteriormente en Última Hora, El País Semanal, Madrid y Cataluña. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull y Máster de Periodismo de la Escuela UAM / EL PAÍS, donde es profesor desde 2020. Dirigió 'The Resurrection Club', corto nominado al Premio Goya en 2017.

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