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punto de observación
Columna
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¡Demonios, no!, así no se puede defender a Europa

Ignoran datos relevantes de la realidad quienes dicen que el voto italiano es un asunto interno

Soledad Gallego-Díaz

Decir que el resultado de las últimas elecciones en Italia “no tiene nada que ver con las políticas europeas” y que hay que buscar las razones exclusivamente en el ámbito interno de ese país, como pretenden algunos responsables de la Comisión Europea, es un ejercicio llamativo de simpleza. Un ejemplo bastante curioso de un fenómeno actual, peligroso desde un punto de vista político: el empeño de gente preparada y sensata, que se declara decididamente europeísta, de ignorar por completo determinados datos relevantes de la realidad, simplemente porque no se ajustan al sistema interpretativo decidido previamente.

Por supuesto que los resultados electorales en Italia tienen mucho que ver con las políticas desarrolladas por la Unión Europea. “Dejen de estar todo el rato hablando de las razones por las que los italianos no deberían haber apoyado a Berlusconi y pregúntense por qué le han votado”, escribe Stefano Casertano, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Potsdam (www.theeuropean-magazine.com). Muchos lo han hecho, explica, porque creen que el euro ha producido “vencedores y vencidos” y porque están ya enfermos de oír decir que no existe alternativa a la austeridad. “Los que le han votado esta vez piensan, posiblemente, que un poco de Berlusconi es lo que se merece Alemania”, exclama.

La irónica explicación de Casertano a la resurrección del zombi Berlusconi quizá sea excesiva, pero está claro que los italianos han votado en mucho mayor número a quienes creen que harán frente a las políticas económicas diseñadas en Alemania.

No se trata solo de Berlusconi, sino también del Movimiento Cinco Estrellas (M5S), liderado por el cómico Beppe Grillo.

Habrá que seguir con atención qué votan los nuevos diputados de ese movimiento en las próximas semanas, porque los parlamentarios que han obtenido escaño en esas listas no tienen nada que ver con los de Berlusconi, de los que les separa, entre otras muchas cosas, una fuerte exigencia de ejemplaridad en los cargos públicos. Sin embargo, es muy probable que coincidan con Berlusconi si este arranca con propuestas contrarias a las políticas europeas.

¿No tiene todo esto nada que ver con Europa? ¿Seguirán impenetrables en Bruselas y en Berlín en su negativa a aceptar que la consolidación fiscal que han puesto en marcha, la famosa austeridad, tiene importantísimas consecuencias políticas?

Lo vean o no, es inquietante que la esperanza de buena parte de los sufridos ciudadanos del sur de Europa se esté aferrando cada día más a la incertidumbre. Que sea preferible la incertidumbre que pueda provocar un nuevo tipo de movimientos políticos antes que la certeza de sufrimiento que plantea la Unión. “¿Creen que un país como Italia, en el que los padres y los abuelos ayudan a sobrevivir a sus hijos y nietos, van a aceptar un recorte de pensiones? Desde luego que no. ¡Demonios, no!”, asegura Casertano.

¿Qué Unión Europea es esta, en qué principios está basada, qué objetivos persigue, si es posible que en Baviera registren un 3,8% de paro y en España un 26%? Los economistas (y los políticos perezosos y acomodaticios) se plantean “una tarea demasiado fácil, y demasiado inútil, si en cada tormenta lo único que nos dicen es que cuando pasa el temporal el océano está otra vez tranquilo”, dijo Keynes.

“Afronta usted una doble tarea”, le escribió el economista inglés al entonces presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, “recuperación económica y reforma”. Para lo primero, explicaba, es necesario actuar con velocidad y es esencial obtener resultados rápidos. Lo segundo es también urgente, pero la más sabia y necesaria reforma puede en algunos aspectos impedir y complicar el crecimiento y hacer fracasar todo el plan.

Los herederos de Roosevelt lo entendieron y están desarrollando una clara política de estímulos que impida el aumento del desempleo. Los del propio Keynes, los europeos, siguen ignorando los datos de la realidad que no se ajustan a sus saberes. El resultado es evidente: cada día es más difícil defender a la Unión Europea.

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