El líder de The Who se flagela
Pete Townshend se sincera en 'Who Am I', sus memorias. Ahonda en traumas sexuales infantiles para justificar algunos comportamientos adultos por los que fue arrestado
Para cualquier rock star, aquello hubiera sido la ignominia final. Comenzaba 2003 y los tabloides británicos empezaron a emitir ese zumbido de deleite que indica que se ha atrapado a un famoso haciendo algo impropio. El FBI había entregado a la policía británica un listado de 7.000 súbditos de Isabel II cuyo rastro estaba en páginas web que suministran pornografía infantil. Y un nombre sobresalía en aquella nómina de “delincuentes sexuales”.
Nadie había identificado públicamente al “millonario guitarrista” implicado cuando Pete Townshend dio un paso adelante: reconoció haber visitado esas páginas en el curso de indagaciones sobre abusos a menores. Al día siguiente, bandadas de policías registraban su casa y su oficina. Arramplaron con once ordenadores, docenas de discos duros, centenares de cintas de vídeo y hasta álbumes de fotografías.
El globo se desinfló rápidamente. Townshend salió en libertad bajo fianza y, cuatro meses después, la policía reconocía no haber encontrado imágenes comprometedoras. Pero recibió una seria amonestación: “No se puede entrar en esas páginas ni por curiosidad ni para investigar”. El daño a su reputación fue inmenso: un equipo de la BBC le rodó en comisaria, para un documental titulado La policía que protege a los niños. Ocasionalmente, organizaciones contra la pedofilia se manifiestan cuando Townshend actúa con The Who.
El guitarrista y cantante de la banda británica cuenta que una investigación en Internet le llevó a páginas de pornografía infantil
El hombre se ha mantenido en silencio, aparte de un comunicado pactado donde admitía que, técnicamente, infringió la ley. Ahora se explaya, en la minuciosa autobiografía, Who I am (Harper Collins). No se trata, advierto, de un libro de risas, al estilo del de Keith Richards. Desde luego, hay desparrames-de-estrella-del-rock para que el lector sacuda la cabeza: aventuras sexuales, absurdos conflictos con el resto del grupo, disparates económicos.
Pero flota una nube negra a lo largo de todo el texto. Townshend nació en 1945, hijo de una cantante y un saxofonista. El de sus padres fue un matrimonio tormentoso y tuvieron la desdichada idea de encasquetar al niño en la casa de la abuela materna. La dama era un combinado infernal de disciplina victoriana y libertinaje personal: mantenía relaciones con abundantes hombres; sospecha Pete que aquellos adultos le metieron en sus juegos sexuales.
La mente desarrolla técnicas de supervivencia y borra de la memoria sucesos ocurridos a los cinco, seis años. Pero el trauma psicológico sigue latente; así, reapareció en grabaciones de The Who. Puede detectarse, según Townshend, en su primera pieza larga, A quick one, while he's away, y se hace evidente en Tommy; resulta revelador que Pete prefiriera encargar a su compañero John Entwhistle la canción Fiddle about que describe el abuso sexual de Tommy por “tío Ernie”.
Sincero hasta la flagelación, Townshend sugiere que esas posibles experiencias infantiles explican su tortuosa sexualidad. En la gran orgía colectiva que fueron los 60, este dios del rock evitaba a las groupies. También reprimió sus deseos homosexuales por Mick Jagger: el rollingstone solía usar pantalones tipo pijama, sin ropa interior, para que se notara su armamento.
Townshend aspiraba a la bisexualidad pero, fuera de experimentos facilitados por el alcohol y las drogas, se sentía incómodo jugando a dos bandas. No le ayudó ser discípulo de Meher Baba, uno de los gurús más tolerantes del supermercado espiritual. Ya fallecido, le conceden el honor de permitirle meditar en el dormitorio del sabio. Para su horror, solo se le ocurren fantasías eróticas con el difunto.
El libro detalla la alegría con que Townshend compraba mansiones y barcos, alquilaba aviones. Compensaba tales derroches con una extraordinaria generosidad. Organizó una banda para que Eric Clapton pudiera actuar y escapar de la heroína. Renunció a su promesa de no volver a tocar con The Who cuando supo que John Entwistle estaba a punto de ser desahuciado. Precisamente, durante los prolegómenos de esa gira, Entwistle muere en Las Vegas, tras una juerga de cocaína con una prostituta. Hijo de la farándula al fin y al cabo, Townshend decide que “el espectáculo debe continuar”: contrata al bajista Pino Palladino y cumple con los compromisos.
Entre los recaudadores de ONG británicas, Townshend es conocido como presa fácil: se involucra constantemente en proyectos para rehabilitar a drogadictos o ayudar a niños. Aparentemente, conoció a Oleg, un joven inmigrante que le contó horrores sobre los orfanatos rusos. Una investigación en Internet le llevó a páginas de pornografía infantil. Pensó que ese sucio negocio se beneficiaba de la complicidad de los buscadores y los servicios de pago online. Para denunciar la situación, pagó el acceso usando una tarjeta del Barclays. A continuación, anuló la transacción.
Esa ocurrencia desembocó en la visita de Scotland Yard. Fueron los meses más angustiosos de su vida. Mick Jagger organizó una campaña de llamadas para animarle. El apoyo de los colegas fue esencial. Parece que el autor de Who Am I pensó en suicidarse, pero saltó de la moto antes de caer al mar. Townshend ahora es más sabio y quiere seguir viviendo.
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