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MANERAS DE VIVIR
Columna
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Esas cosas tan maravillosamente absurdas

Rosa Montero
Mark Cuthbert (Getty)

La estupenda escritora rusa Tatiana Pigariova me mandó hace unos días un regalo desternillante. Es un enlace a una página de Wikipedia (http://en.wikipedia.org/wiki/William_Windsor_%28goat%29) que luego yo amplié, ansiosa de conocer más, con otras direcciones de Internet. Gracias a ello, ahora lo sé todo o casi todo sobre William Windsor; pero no sobre el nieto del mismo nombre de la reina Isabel de Inglaterra, sino sobre William Windsor la cabra.

Ya saben que uno de los misterios más impenetrables de la humanidad es la ignota razón por la que a los militares les gustan tanto las cabras. Citaré, como ejemplo, a la mascota de nuestra Legión, que es la figura más glamurosa de los desfiles del 12 de octubre (a mí también me encanta, la verdad). William Windsor la cabra está igualmente relacionada con la milicia, en concreto con el primer batallón de infantería del ejército británico, conocido como los Royal Welch. Pero alto ahí: nada de insultarla llamándole mascota. William, o Billy para los amigos (sí, claro: es macho), fue soldado de primera dentro del batallón, un soldado más en todos los sentidos. Sirvió al ejército desde el año 2001 hasta 2009, fecha en la que se jubiló por razones de edad; que yo sepa, sigue vivo, anciano y feliz en su retiro en un zoo. Billy proviene de un rebaño de cabras de Cachemira que pertenece a Isabel II (sí, los reyes de Inglaterra tienen rebaños de cabras) y es un bicho espectacular, blanco como la nieve, con unas lanas sedosas y unos cuernazos ondulantes. Su principal tarea como soldado era desfilar a la cabeza de las tropas.

Con esa maravillosa e impávida seriedad con la que los británicos son capaces de decir las cosas más delirantes, la Wikipedia cuenta que Billy tuvo una carrera militar muy distinguida, salvo por un desgraciado episodio por el que fue degradado durante tres meses. Sucedió en 2006 en Chipre, el primer destino en el extranjero del pobre Billy. Hubo un desfile en honor del 80º aniversario de la reina y la cabra lo hizo fatal: “Pese a que se le ordenó mantener la formación, rehusó obedecer. No guardó el paso e intentó embestir a un tambor”. Así que Billy se enfrentó a una audiencia disciplinaria en donde se le acusó de “comportamiento inaceptable, falta de decoro y desobediencia a una orden directa”. Fue degradado a soldado raso, lo que, según explica diligentemente la Wikipedia, implicaba que los otros soldados rasos ya no tenían que hacerle el saludo obligatorio cuando se cruzaban con él (como antes sí hacían).

Tres meses más tarde, no obstante, decidieron devolverle su categoría con ocasión de otro desfile estrepitoso en recuerdo de una victoria. El capitán Simon Clarke declaró: “Billy actuó excepcionalmente bien, tuvo todo el verano para reflexionar sobre su comportamiento en el aniversario de la reina y claramente se ha ganado el rango que merece”. Así las cosas, Billy siguió sirviendo distinguidamente a los Royal Welch durante tres años más, hasta que le llegó el retiro. El 20 de mayo de 2009, Billy, ataviado con traje completo de ceremonia, incluyendo un cabezal de plata regalo de la reina, hizo su último paseo desde su establo hasta el camión que le iba a transportar al zoo. Los soldados del batallón formaron a ambos lados del camino y le dieron una ovación. Fotos del esplendoroso evento pueden verse en http://forums.understanding-islam.com/showthread.php?10868-The-Goat-Corporal-William-Windsor, una página islámica que, no sé por qué, colgó la historia de nuestro William (a veces Internet es un lugar muy raro). Digo yo que lo mismo lo pusieron para cachondearse del ejército británico, cosa que, desde luego, es una gran tentación. Y no sólo del británico: digamos que la historia de Billy podría ser una poderosa sátira antimilitarista por su reducción al absurdo de unos ciegos modos marciales. Pero, verán, la cuestión es que de algún modo les admiro. Es decir, admiro esa excéntrica capacidad que tienen los británicos de reírse de sí mismos. Incluso dentro del ejército, que debe de ser una de las instituciones con menos sentido del humor en todo el mundo. Se toman en solfa su propia pompa y no les importa hacer el ridículo. Los soñadores, los exploradores, los grandes innovadores son personas que no temen hacer el ridículo (todo lo contrario de los españoles, que siempre vamos con el amor propio en carne viva). Cómo envidio esa libertad interior, esa ligereza. El glorioso artículo de Wikipedia termina diciendo que el batallón acogió un nuevo macho de cinco meses de edad, que lo está entrenando para la vida militar y que el joven soldado recibe, como todos los demás, dos cigarrillos por día, que el sucesor de Billy se come, aunque para recibir la cerveza de la ración todavía tendrá que crecer un poco.

Twitter: @BrunaHusky 

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