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PAÍSES RESCATADOS

La agonía del 'Tigre Celta’

Los jóvenes licenciados buscan su futuro fuera del país ante la falta de perspectivas Tras una década prodigiosa, Irlanda solicitó el rescate para evitar la bancarrota a finales de 2010

Un hombre pide limosna en Dublín frente a una sucursal del Banco de Irlanda.
Un hombre pide limosna en Dublín frente a una sucursal del Banco de Irlanda.EDP

Hugh O'Regan erigió a finales de los años noventa The Thomas Read Group, una cadena de 18 pubs y restaurantes en Dublín que llegó a tener 900 trabajadores. En 2003, en pleno apogeo del Tigre Celta, como se conoce el largo periodo de crecimiento irlandés (1995-2008), O´Regan vendió el grupo por 35 millones de euros para adentrarse en el sector de la construcción. El empresario financiaba sus proyectos endeudándose con la banca, hasta que en el verano de 2007 estalló la burbuja de las hipotecas basura en EE UU y el crédito se cerró. Sin recursos para finalizar las obras, su fortuna se hundió. Su grupo debía 80 millones de euros a Anglo Irish Bank y 172 a Irish Nationwide. El pasado 27 de noviembre O´Regan, ahogado por las deudas, se suicidó. Tenía 49 años.

Su muerte ha sido un símbolo del final de un modelo económico que convirtió a Irlanda, con menos de cinco millones de habitantes, en un milagro de prosperidad. Según los datos de Eurostat, la oficina de estadísticas de la Unión Europea (UE), el PIB irlandés creció por encima del 10% anual entre 1997 y 2000, y el 5% hasta 2007, más que ningún otro país de la eurozona. Eran tiempos de bonanza. Desde 1994, España encadenaba 14 años con tasas de crecimiento de hasta el 5%.

La caída en desgracia de antiguos banqueros y empresarios de éxito y el regreso del paro a niveles de los años ochenta, casi del 15%, han resucitado los complejos de inferioridad que Irlanda creía superados. Ha aumentado la emigración, la banca ha recibido 62.700 millones de dinero público y desde 2010 el país vive bajo las condiciones de un rescate de 85.000 millones de euros. A cambio del dinero, la UE y el FMI han exigido reducir el déficit del 30% al 3% en cuatro años.

“Hemos pasado de mirar por encima del hombro al resto del mundo a tener una severa crisis de identidad”, afirma Fintan O´Toole, subdirector de The Irish Times, referente nacional del centro-izquierda. “Las torres gemelas sobre las que se apoyó la república desde su independencia en 1922 eran el nacionalismo y el catolicismo. Ambas estaban en clara decadencia en los noventa. Entonces llegó el Tigre Celta. Ahora, ni la Iglesia católica, tras los escándalos de abusos sexuales a menores, ni el Fianna Fáil (en el poder 50 de los últimos 80 años y desde 2011 en la oposición tras perder el 70% de sus escaños) pueden ser los referentes”.

Hemos pasado de mirar por encima del hombro al resto del mundo a tener una severa crisis de identidad Fintan O´Toole, subdirector de 'The Irish Times'

En O´Connell Street, la avenida central del norte de Dublín, sobresale el Spire (la aguja), una estructura metálica de 120 metros de altura, símbolo de la ostentación del Tigre Celta. En la última campaña navideña, no hacía falta esperar largas colas para pasar por caja en las tiendas. “He tenido que gastar menos en ropa y en ocio, y me las apaño para no llevar el coche al taller”, cuenta Dave Eluk, de 41 años, profesor de dibujo técnico en un instituto de secundaria. “En los últimos tres años he perdido un 18% de mi salario, que ahora es de 2.600 euros mensuales”.

Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, los precios de la vivienda se desplomaron. Según el servicio de estadísticas irlandés, en los últimos cinco años el precio de la vivienda ha caído un 56%.

“A pesar de los problemas económicos creo que estamos recuperando valores sociales. Durante el boom mucha gente se volvió avariciosa y trató de especular con sus casas”. Linda Farrelly, funcionaria en el Ministerio de Hacienda, cree que muchos ciudadanos decidieron endeudarse más allá de lo razonable. “Ahora trabajamos más horas, cobramos menos y pagamos más impuestos. Aún así creo que los sueldos siguen siendo altos”. Según el FMI, el PIB per cápita irlandés en 2011 era de casi 32.000 euros, mayor que el de Alemania. El de España ronda los 24.500.

Pero el crecimiento no palió la desigualdad. “En 1996 había 2.500 personas sin hogar en el país. En 2008, cuando el boom acabó, había 5.000”. Peter McVerry fundó en 1983 una ONG para ayudar a la reinserción de los jóvenes drogodependientes en Dublín. En 2010 Irlanda era el tercer país con mayores desigualdades de la eurozona, solo después de España y Portugal.

“El Gobierno decía que la desigualdad era el precio a pagar para lograr crecimiento”, explica el periodista O´Toole, una de las voces más críticas con la gestión de la crisis. “El Estado sacrificó la solvencia del país para salvar a la banca y ahora los recortes se centran en los trabajadores públicos, los pensionistas, la educación y la sanidad, mientras no se contempla la subida de impuestos a las multinacionales”. Durante el Tigre Celta el impuesto de sociedades se redujo hasta el 13%, el más bajo del continente, para atraer inversión extranjera. Google, Intel, Facebook o Twitter tienen allí la sede de su negocio europeo.

Los trabajadores de la ONG McVerry han sufrido recortes salariales. En las oficinas de esta organización, entre montañas de papeles, trabaja Silvia Díaz, una española de 36 años que llegó a Irlanda en 2005. “Antes podías encontrar un trabajo a tiempo parcial como camarero y ganar 1.300 euros al mes. Ahora la gente tiene miedo al futuro”.

El fantasma de la emigración ha resucitado con la crisis

El fantasma de la emigración ha resucitado con la crisis. Los jóvenes salidos del Trinity College dublinés, una de las 100 mejores universidades del mundo, buscan su futuro en Australia y Canadá. “Terminé el contrato y no me renovaron. En apenas un mes encontré trabajo en Camberra" (Australia), recuerda por correo electrónico el economista Brian Keane. “No contemplo regresar”.

“Superar una cultura en la que los ciudadanos no se comportan como tales es la única forma de derrotar a la crisis”, defiende O´Toole. “El sistema político no trabaja para servir a los ciudadanos sino para servirse a sí mismo”.

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