Condena virtual
El sistema legal italiano y su dinero han librado sistemáticamente de la cárcel a Silvio Berlusconi
Silvio Berlusconi ha sido condenado por los tribunales italianos a cuatro años de prisión por fraude fiscal a través de su empresa Mediaset. También a cinco años de inhabilitación para ejercer cargos públicos. Ni lo uno ni lo otro, sin embargo, tienen visos de materializarse, como no lo han hecho ninguna de las numerosas condenas anteriores al ex primer ministro por un sistema judicial infinitamente lento y más que indulgente, que Berlusconi se ocupó de hacer más complaciente con los poderosos durante sus casi dos décadas al timón de Italia.
A lo largo de años, el magnate Berlusconi ha sido declarado culpable de corrupción, financiación ilegal de partidos, soborno a jueces y falsedad contable. En cada caso, o ha ganado la correspondiente apelación o ha prescrito el delito por el tiempo transcurrido, según lo previsto en un sistema que exige que una condena sea confirmada en tercera instancia para ser firme. No es difícil mantenerse a salvo para quien lleva gastados en torno a 200 millones de euros en honorarios legales a lo largo de su vida pública. Los cuatro años a que fue condenado el viernes ya se han reducido a uno, por la aplicación de una amnistía de 2006 que pretendía acabar con la sobrepoblación carcelaria. Il Cavaliere, desprovisto ya de inmunidad, tiene pendiente, entre otros, el proceso que le enfrenta a la acusación de mantener relaciones sexuales con una prostituta menor de edad y de prevalerse de su cargo para encubrirlo.
La condena impuesta a Berlusconi sí tiene, sin embargo, relevancia política, como lo muestra el anuncio, dos días antes de que se conociera la sentencia, de que no aspirará de nuevo a la jefatura del Gobierno al frente de su partido Pueblo de la Libertad (PDL) en las elecciones de abril próximo, aun cuando ayer declarara que seguiría en política. La decisión nada tiene que ver con el “amor a Italia” y mucho con el progresivo desplome de su partido en las encuestas. Parecería que los italianos comienzan a considerar al diputado Berlusconi, de 76 años, una irrevocable figura del pasado. La caída del PDL, en tácita cooperación parlamentaria con el centro-izquierda, añade incertidumbre a las dificultades del Gobierno tecnocrático de Mario Monti, sostenido por ambos. El problema para Italia no es Berlusconi, sino la eventualidad de que abril alumbre una coalición débil, incapaz de proseguir las imprescindibles reformas que necesita un país extremadamente vulnerable a la intensificación de la crisis.
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