“Nos falta plantearnos si la sociedad sostenible va a ser más justa o no”
FOTO: Global Warming
Sucede con todos los avances tecnológicos, cuando se ve claro que son un nicho de mercado, las empresas y las grandes economías poco a poco apuestan por ellos. Por eso Francesc Muñoz, doctor en geografía, profesor de la Universidad Autónoma de Bellaterra y director del Observatorio de la Urbanización, cree que la sostenibilidad urbana vendrá definida por su rentabilidad: “De ahí que resulte básico que se hagan experimentos con las eco-ciudades, que se investigue, que se vea que son, realmente, un nicho de mercado”.
Atravesamos un momento de transición con el conocimiento y la tecnología para controlar la eficiencia energética.
El conocimiento que se está aplicando en los eco-barrios y las eco-aldeas no es radical, pero si transformador: se trata de desperdiciar menos, producir menos residuos y emplear energías renovables. Existe el conocimiento para construir mejor y conseguir que todos los elementos urbanos se comporten mejor ambientalmente. Lo que pasa es que una cosa es que sepamos ya cómo hacer esto y otra es la voluntad económica y la política, derivada de eso.
¿Para arraigar una convivencia urbana sostenible son más importantes la economía y la política que la educación?
Una cosa tiene que ver con la otra. Las políticas no dejan de ser modelos de comportamiento. Si una ciudad introduce políticas que tienen que ver con el bienestar y que fomentan la redistribución de la riqueza, está educando a la población. Si otras políticas urbanas se dedican a primar determinados intereses, eso va calando como lluvia fina. Para mí hay un continuo entre el comportamiento de los ciudadanos y las políticas que se aplican desde los lobbies económicos, aunque a veces se les pone un peso excesivo a los ciudadanos: Siempre somos los que no nos portamos bien. La responsabilidad mayor es de quien diseña las reglas y las aplica para generar modelos de comportamiento. Esto no se dice mucho, y es importante.
En medio de una crisis galopante, ¿cómo educar en el largo plazo?
Sabemos que en las eco-ciudades podría estar resuelta la parte técnica y tecnológica de una mejor gestión de los tres elementos clave de una eco-ciudad: lo que entra (la energía en sus múltiples versiones), lo que sale (los residuos y los procesos económicos de producción, de consumo, de transporte) y lo que se mueve en medio (cómo se transporta la población, por ejemplo). Nos falta plantearnos si la sociedad sostenible va a ser más justa o no.
En los 90 se hablaba de Dubai como un lugar sostenible.
Los edificios lo son, es cierto, pero los obreros que construyeron los rascacielos vivieron, prácticamente, en un régimen de esclavitud. Estaría dispuesto a tener menos sostenibilidad ambiental a cambio de un poco más de sostenibilidad social y cultural. Corremos el riesgo de cegarnos con la sostenibilidad y plantear ciudades realmente injustas.
¿Las nuevas eco-ciudades pueden comenzar sostenibles y evolucionar a mejor o a peor? ¿Cómo controlar esa evolución?
Con políticas urbanas. Tú pones en marcha una ciudad, pero la ciudad después evoluciona.
En China está pasando lo que sucedió en EEUU en los años 20 y 30. Es un lugar de efervescencia y de experimentación tan brutal que seguramente lo que salga de allí puede tener mucha capacidad de ser un modelo de futuro. En ese sentido, la experiencia europea de eco-barrios y eco-aldeas alcanza en China dimensiones brutales. Es interesante como experimento porque si llegara a salir bien tendríamos una piedra de toque fundamental. No olvidemos que los grandes problemas de la humanidad del futuro no son de pequeñas ciudades, son de grandes metrópolis.
Con todo usted suele repetir que no hay nada más insostenible que la ciudad…
Sobre todo si es habitada por personas -que es lo que queremos que pase en las ciudades, que las habiten las personas-. La ciudad crea entornos que no pueden funcionar nunca como un eco-sistema de la naturaleza. Cuando se habla de ciudades sostenibles hay que dejar claro que a lo que podemos aspirar es a mejorar, pero no a cambiar radicalmente.
¿Hasta qué punto se puede reparar una ciudad aquí si en China casi todo son operaciones ex-novo y, en cambio, la experiencia europea recicla y repara?
Los territorios nuevos tienen la virtud de ser pruebas en probeta. Teniendo en cuenta el momento que atravesamos, va bien. El futuro tiene que ir por ahí. Se debería construir mejor y encontrar para cada lugar los ajustes que más convengan. La cultura urbana norteamericana no tiene nada que ver con la nuestra. Y no me refiero a la movilidad. Un norteamericano cambia de casa 17 veces de media en su vida. Aquí, a duras penas cambiamos tres. Pero igual que el automóvil cambió la cultura en Norteamérica, esta nueva apuesta podría crear una cultura urbana diferente en el futuro.
Una vez resuelto el conocimiento técnico, ¿hasta qué punto podrán las eco-ciudades llegar a generar una vida urbana basada en principios diferentes?
Si hay un lugar donde lo que se haga a favor de la ciudad pueda servir de caja de resonancia, igual que sucedió en EE UU, ese lugar es China. Como solemos criticar todo lo que viene de China, diría que es interesante como piedra de toque lo que está haciendo por la dimensión que allí puede alcanzar.
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