Lo específico
En España, donde las tradiciones existen aunque el poder se empeñe en negarlas con desesperación, un Estado federal resultaría incompatible con la Monarquía
La reforma del Código Penal tipifica como delito el negacionismo de crímenes contra la Humanidad, “específicamente el Holocausto”. En otro país, la discriminación entre la calidad de las víctimas de distintos genocidios resultaría moralmente inaceptable, e incomprensible el retraso con el que un Estado de derecho implanta una norma que rige en otros desde hace décadas. Aquí no. Nuestra especificidad consiste en que los crímenes contra la Humanidad cometidos en España no sólo prescriben, sino que se benefician retroactivamente de amnistías. También es un delito investigarlos.
Como todo lo que atañe a la memoria, esta cuestión está más relacionada con el futuro que con el pasado. Es un síntoma de que la Transición llega a su fin, y termina igual que empezó, entre eufemismos, improvisaciones castizas y silencios culpables. Mientras la confianza de la ciudadanía en las instituciones se desmorona, los responsables siguen jurando que toda la verdad es sólo la parte que les conviene. Esa es también una especificidad española, nuestra particular forma de mentir.
En ese sentido, Artur Mas es mucho más español de lo que le gustaría, pero no estaría triunfando como torero de salón si sus oponentes se atrevieran a reconocer toda la verdad. Que la financiación de Cataluña no es justa. Que la Constitución otorgó al País Vasco y a Navarra una ventaja de la que Cataluña carece por el peligro que encarnaba el terrorismo etarra hacia 1978. Que se niegan a negociar porque hacerlo sería hablar de federalismo. Y que en España, donde las tradiciones existen aunque el poder se empeñe en negarlas con desesperación, un Estado federal resultaría incompatible con la Monarquía. Ahí se cierra el círculo y regresamos al punto de partida, la formulación de un Estado democrático tan insoportablemente específico que resulta más anormal que otra cosa.
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